lunes, 18 de mayo de 2015

Kyoto y Arashiyama


Nuestro segundo día en Kyoto venia recargado de actividades. Para empezar, decidimos ir al Palacio Imperial donde se celebraba el Aoi Matsuri, un desfile típico que comenzaba en los patios del palacio y terminaba en uno de varios templos que rodeaban el sector.

El problema fue que el calor estaba cuático, demasiado intenso, y la procesión se realizaba a pleno rayo del sol, por lo que se hizo demasiado insoportable verla hasta el final. Incluso algunos viejitos que miraban el espectáculo se caían derretidos por el calor y ahí llegaban mil japos a ayudar a sacar a los pobres viejos para ponerlos a la sombra un rato, mientras adelante figuraban desfilando geishas, antiguos monjes, caballeros a caballo, algunos bueyes, varios samurais y mucho señor disfrazado raro. Un espectáculo interesante, pero demasiado cansador para esperar cerca de una hora bajo el sol.

Después de unos 40 minutos viendo el desfile, decidimos marchar a nuestra primera parada del día: el pabellón dorado o pabellón de oro, un templo zen muy hermoso -algo así como el hermano mayor del pabellón de plata que visitamos antes- una estructura llena de vegetación y agua alrededor y obviamente, pintada en un color dorado que contrastaba demasiado bien con los verdes del entorno.

Después de recorrer sus parques y senderos, tomamos un bus hacia Arashiyama, un distrito ubicado a unos 45 minutos del centro de Kyoto, junto a un hermoso río y un bellísimo bosque de pinos y alerces, lo que por supuesto, lo convertía en un lugar ultra turístico y una de las visitas obligadas desde Kyoto.

Al llegar, buscamos rápidamente un lugar para almorzar y después del típico arroz con cosas exóticas y su chela heladita, seguimos el tour por los templos, un poco apurados porque teníamos solo tres horas antes de que cerraran. Por esa misma razón, subimos rápidamente por los senderos del cerro hacia el templo que mas nos llamaba la atención, el Adashino-Nenbutsudera, un cementerio budista que mostraba miles de pequeñas rocas esculpidas como mini estatuas rodeando una gran escultura principal, ademas de pequeños oratorios rodeados siempre de mucha naturaleza y una paz realmente exquisita, donde lo único que sonaba era el viento y los pájaros al cantar. Una real delicia!!

Después de permanecer en silencio, contemplando y admirando ese lugar, decidimos bajar hacia otro templo, el que lamentablemente estaba en su mayoría en proceso de reconstrucción, por lo que no pudimos ver mucho mas que las estructuras desde afuera y los parques, y como el calor ese día estaba desesperante, decidimos bajar a través de un lindo bosque de bambú a descansar y recorrer las tiendas con recuerditos que siempre rodean los templos. Después de mirar un par de figuritas, mini esculturas de Buda y millón de comida con formas raras (algo muy típico de acá), decidimos cruzar el puente y sentarnos a mirar el río y el hermoso paisaje de fondo, con miles de tonalidades de verde y unos barquitos que cruzaban a los turistas de un lado al otro. Ahí estuvimos descansando y disfrutando ese paisaje, hasta que decidimos tomar el bus que nos llevaría hacia Pontocho, el sector de comercio y restaurantes donde habíamos quedado de encontrarnos con una pareja de amigos de Pato -Brolo y Tania- quienes justo vinieron a Japón en la misma fecha que nosotros y con quienes coincidimos esa noche en Kyoto...broma lo increíble de ese encuentro al otro lado del mundo!!!!

Así que obviamente cuando nos encontramos en el lugar y a la hora que habíamos acordado, buscamos un restaurant donde comer y tomarnos algo mientras por fin podíamos conversar y comentar en español todas las cosas locas que uno siente, escucha, mira y vive en Japón.

Al terminar la velada, nos despedimos y fuimos directo al hotel, porque a esa hora estábamos raja y nuestras patitas no daban mas de cansadas después de haber recorrido tanto lugar bonito, en lo que fue nuestro segundo día en Kyoto y sus alrededores.






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