jueves, 21 de mayo de 2015

Chaito gosai-maaaas!!! Hasta pronto Japón!!!


Los últimos dos días de nuestro viaje estuvieron casi 100% dedicados a los souvenirs. Tratamos de dejar la mayor cantidad de compras para el final, asumiendo que durante casi todo el viaje tuvimos que andar con las mochilas, lo que se hacia aun mas complicado a medida que aumentaba el peso por las cosas que íbamos adquiriendo en cada ciudad que visitamos.

Por eso mismo, esa mañana decidimos separarnos por segunda vez, para resolver nuestras ultimas compras personales. Pato se fue directo a Akihabara a comprar sus ultimas cosas ñoñas y yo me fui hacia el sector del parque Yoyogui, donde se cruzan grandes avenidas llenas de comercio, jugueterías, tiendas de ropa y artesanía típica.

Después de nuestros respectivos recorridos nos encontramos en el hotel con la sensación del deber cumplido, aunque aun quedaba la ultima patita al día siguiente, cuando iríamos juntos a Asakusa a ver los detallitos finales en una de las calles con mayor cantidad de artesanías y regalos típicos de Tokyo. Al terminar de revisar nuestras cosas, partimos a almorzar una míticas hamburguesas japo y volvimos a descansar al hotel, para estar con energías para nuestra ultima salida nocturna del viaje.

A eso de las 18:30 salimos a caminar hacia el templo de Asakusa, el cual estaba hermosamente iluminado de noche, lo que nos entregaba unas increíbles postales nocturnas de uno de los sectores mas tradicionales de la capital. Ahí estuvimos por mas de una hora sacando fotos y contemplando todo lo que había a nuestro alrededor, con ganas de que cada detalle quedara impregnado en nuestra memoria para siempre.

Al salir del sector del templo, recorrimos un par de callecitas y nos topamos con un Don Quijote, que es una especie de mega mercado tipo Preunic pero con muchas mas cosas, que van desde dulces y comidas hasta cosméticos, ropa y electrónica. Todo a un precio bastante conveniente para el rubio que quiere llevarse todos los souvenirs posibles dentro de sus abultadas maletas.

Tras comprar una que otra cosita, buscamos donde terminar la noche, y obviamente el plan principal era no irnos de este increíble país sin antes disfrutar de un the real sushi, hecho por maestros japos con los ingredientes mas fresquitos y típicos de las tierras niponas.

Por lo mismo, entramos al restaurant de sushi que estaba prácticamente al frente de nuestro hotel, al que le habíamos tomado cariño desde el día uno. La dinámica en el local es muy similar a una fuente de soda en Chile: los maestros gritan los pedidos, bromean entre ellos y te van sirviendo a medida que vas pidiendo pieza a pieza. Eso es bien distinto a los sushis chilenos, donde compras por roll completo, mientras que acá tienes que pedir por bocado, ya sea del típico hosomaki (los chiquititos envueltos en nori) o de niguiri, que son los lulos de arroz cubiertos por alguna pieza de pescado, camarón o en el caso japo, pulpo o calamar. Claramente, son mucho mas caros que en Chile (una pieza valía aprox 750 pesos, un solo bocado!!!) pero el sabor era mil veces superior al nuestro, dandole mas protagonismo al pescado y a los sabores mas puros, sin tantas mezclas. Ademas, acá se ocupa mucho atún de verdad, que tiene un sabor muy intenso y que va en grandes cantidades al no mezclarse con nada mas. La verdad, quedamos locos!!!! Estuvo demasiado delicioso y mas encima los cocineros -con su poco ingles y su enorme amabilidad- fueron muy amorosos con nosotros, nos preguntaron de donde veníamos y cuando les contamos que éramos de "Chiri" (así pronuncian acá) se asombraron muchísimo y nos hacían gestos con la mano como diciendo "ese país largo y lejos oohhhhh" y nosotros muertos de la risa porque entremedio se metía gente de otra mesa también impactados porque veníamos del otro lado del mundo a visitarlos y a comer de su maravilloso sushi.

Fue así como entre risa y risa terminamos nuestra cena y nos despedimos con un "Oishii Des" que en japo significa que estaba delicioso, a lo que contestaron felices que muchas gracias y entre gestos y arigatos gosai mas, nos despedimos de nuestra ultima noche en Japón.

Lo mejor de todo, es que aun quedaba viaje señores!!! Porque al día siguiente, aprovechamos de hacer las compras finales (y llegar al limite del peso de cada maleta) y de visitar el Museo Edo de Tokyo, una enooorme construcción tipo GAM que tenia en su interior una exposición increíble sobre la mítica época de apogeo japo.

Una de las cosas mas impresionantes eran las enormes maquetas en miniatura (a escala) de distintas escenas del diario vivir en las ciudad y puerto de la capital nipona. El nivel de detalles y la cantidad de elementos y mini personas que componían cada maqueta (eran como 10 en total) nos dejaron gratamente sorprendidos. Ademas, había muestras de telas, utensilios y elementos que retrataban la vida del japonés promedio de esa época. Un punto a destacar eran las reproducciones a escala real de los distintos hogares entre el inicio de la Epoca Edo hasta finales de 1970, incluyendo una fachada completa a tamaño real del Teatro Kabuki de aquellos tiempos.

En total, nos tomamos aproximadamente dos horas en recorrer todo y después de revisar la parte que hablaba sobre el Japón mas moderno nos despedimos del museo con la felicidad de haber tenido un ratito mas para sumar esta visita a todo lo que ya habíamos recorrido.

Asi, con tooodo el aprendizaje y las nuevas experiencias, cerramos nuestro tremendo viaje por Japón, con el corazón demasiado feliz, con las expectativas sobrepasadas y muchas ganas de volver algún día a pisar nuevamente las hermosas y generosas tierras del sol naciente. Sin duda, un viaje extraordinario, con muchos matices, donde la realidad electro-tecnológica convive con la espiritualidad y tranquilidad de los espacios sagrados, lo que le da el actual carácter cultural a la sociedad nipona que tan amablemente nos recibió durante casi 20 días.

Sayonara!!!!

PD: no queremos hablar del regreso a casa, pero se resume en mas de 30 horas de vuelo y cerca de 15 horas de espera en los aeropuertos, incluyendo peleas por el exceso de equipaje y un estado casi insalubre de quienes escriben, después de todas esas horas de viaje sin una ducha ni aseo personal, una postal que no merece mayor detalle.... pufi!









Vuelta a Tokyo y Nikko


De regreso en Tokyo nos sentíamos como en casa. Volvimos a nuestro hotel del principio y ya nos movíamos perfect en la ciudad, lo que nos permitió usar mucho mejor nuestro tiempo. Ese día partimos a Nakano Broadway, un sector tipo Eurocentro o Portal Lyon donde para variar dimos mil ochocientas vueltas buscando juegos, libros y figuritas de nuestros monos favoritos. Ahí entramos a todas las tiendas posibles, incluyendo los famosos Mandarake, que son como tiendas especializadas en mil cosas: Mandarake de juegos, Mandarake de mangas, Mandarake de juguetes retro, Mandarake de figuras coleccionables, Mandarake solo para niñas, y así, cualquier cosa que se les ocurra, todo de segunda mano, lo que en japo es decir que es prácticamente nuevo, a veces con la caja un poco machucada o con un folleto explicativo menos, pero todo realmente impecable y harto mas barato que cuando están nuevos.

Ese día se redujo principalmente a las compras. Después de estar varias horas en Nakano, entramos a una mega juguetería a buscar uno que otro souvenir y después nos fuimos a la casita temprano, porque al día siguiente teníamos programada la ultima salida de todo el viaje....snif!!!!

Y así fue como al otro día despertamos con las pilas mas repuestas para viajar a Nikko, una localidad al norte de Tokyo, full verde, muy parecido a Takayama y mas pueblerino, obviamente lleno de templos de la época Edo, que es como la época de oro del Japón tradicional, donde evoluciono el Estado, el Arte, la Arquitectura y el orden cívico gracias a Ieyasu Tokugawa (ya les habíamos hablado de este mítico en otro post, es famoso acá). De hecho, en esta localidad esta ubicado su mausoleo y varios templos en su honor.

Pero antes de eso, decidimos pasar a comprar los tickets para el tren expresso camino al aeropuerto de Narita, los que se adquirían en la estación de Ueno, lugar donde nos dejaría el busesito de acercamiento de nuestro hotel. La super sorpresa del momento fue que después de comprar los tickets para las 7 de la mañana revisamos los pasajes de vuelta a Paris y nos dimos cuenta que habíamos estado equivocados todo el viaje respecto a la hora de salida del vuelo, y que en vez de las 10:30 am, la hora de salida era a las 22:30 pm, lo que nos regalaba prácticamente un día completo mas en Tokyo!!!! Así que después de revisar mil veces y de cambiar el ticket que recién habíamos comprado (menos mal no tuvimos problemas) nos fuimos corriendo a tomar el tren hacia Nikko, con la sensación de que aun teníamos días para disfrutar y recorrer Tokyo sin ningún apuro.

El tema es que partimos en nuestro ultimo Shinkansen del viaje rumbo a Nikko y cuando llegamos empezamos inmediatamente a recorrer un templo que estaba en reconstrucción, pero que mostraba sus estatuas y varias partes del templo expuestas como en un museo, lo que lo hacia aun mas interesante, porque podías ver grandes Budas y estatuas de Kannon muy de cerca, con sus detalles, colores y dimensiones tal como son, algo realmente muy impactante.

Al salir de ese templo nos topamos con un montón de gente que esperaba ordenadita al costado de un camino, y nos dimos cuenta que justo ese día era el festival del santuario Toshogu (en honor al mítico), un desfile enorme de 1000 personas con trajes típicos, vestidos de samurais, de monjes, disfrazados como gente de la realeza, varios caballeros a caballo, llevando estandartes y palanquines ultra adornados, todo demasiado bonito!!!! El desfile pasaba por la calle que llegaba al templo, donde todo el mundo estaba atento a los detalles y a la enorme cantidad de gente -entre ellos ancianos y niños- que participaba en el festival. Lo curioso, es que esta vez no había mujeres, nada de geishas ni cortesanas, solo guerreros, monjes y personajes que eran parte de la estructura estatal del Shogunato de Tokugawa.

Después de presenciar ese mega espectáculo entramos directo al templo Toshogu y admiramos sus enormes construcciones ultra adornadas con dragones, campanas, puertas gigantescas y su gran extensión, que abarcaba casi la totalidad de la cima de una pequeña colina. Una de las cosas interesantes de esa visita fue el Salón del Dragón Rugiente, una parte del templo adornada con un enorme dragón pintado en el techo, donde un guía que incluso hablaba un poco español, nos mostraba que al golpear algo en cualquier parte del salón no había eco, pero al ubicarse bajo la cabeza del dragón, se producía una gran amplificación del sonido, uno de tantos detalles que estos locos japos incorporan en sus construcciones. Lo mejor de todo, es que el guía nos dijo en su buen español que si mirábamos el dragón seriamos felices, así que desde ahora en adelante somos mucho mas felices de lo normal, jajaja :)

Posteriormente, y como habíamos aprendido la lección de que los Japos cierran temprano, recorrimos los demás templos antes de almorzar, porque así no estábamos apurados y podíamos contemplar con mas atención los detalles de cada construcción. El siguiente templo al que entramos se llamaba Taiyuin, estaba situado en medio de la naturaleza y era bastante parecido al anterior, pero un poco mas pequeño, así que después de recorrerlo y admirar todo el entorno, bajamos hacia el pueblo para comer y regresar a Tokyo, despidiendonos así de los últimos templos de todo nuestro viaje.

Al llegar a Tokyo nos compramos dos latitas de cerveza y nos quedamos conversando y celebrando el viaje, con la tranquilidad de que al otro día no tendríamos que despertar temprano, pues habíamos dejado ese pen-ultimo día para hacer compras y ver los últimos detallitos antes de volver.



lunes, 18 de mayo de 2015

Crazy Osaka!!!!


Partimos nuestro décimo quinto día en Japón con las mochilas a la espalda para dejar Kyoto y tomar el tren hacia Osaka, la ciudad kitch de los letreros de neón, el carrete nocturno y los carteles animatronicos que se movían y te invitaban a entrar en los millones de restaurantes y tiendas comerciales del sector mas popular del lugar.

La primera impresión es justamente esa: wow!! Un lugar lleno de colores, movimiento, muchas luces, gráficas ochenteras y mucho comercio de todo tipo, demasiado tentador para el único día que estaríamos allá, por lo que apenas encontramos el hotel, dejamos nuestras maletas y salimos a recorrer las locas calles de Osaka.

A penas tomamos el metro, fuimos a Shinsekai, el barrio antiguamente denominado como el "nuevo mundo", un vecindario popular con onda ochentera, que fue construido con una visión futurista a principios del siglo pasado, pero que con el paso del tiempo y debido a la guerra, se quedo estancado en la onda retro de los 70-80, donde destacan sus enormes carteleras antiguas y sus calles laberínticas, ademas de la torre Tsutenkaku, una especie de torre Entel (camiseteada) con cabeza de Mazinger Z (un robot mítico de la animación japonesa de los 70), una cosa media extraña pero que es un icono de este singular barrio de Osaka.

Después de pasear por las cocinerias y los bares donde los viejos figuraban jugando damas chinas, salimos a una calle un poco mas moderna y entramos directamente hacia el barrio de la electrónica y los juegos de video, llamado Denden Town. Ahí perdí a Pato nuevamente, porque se sumergió rápidamente en el mundo de los videojuegos y monos japos, mientras yo me di ochocientas mil vueltas buscando algún lugar que me entretuviera, sin mayores resultados mas que una tienda tipo Preunic y una gran juguetería.

Después de cerca de dos horas buscando y comprando juegos, logre que Pato decidiera ir a almorzar (yo moría de hambre, eran cerca de las 15:30) y nos encontramos con un mítico lugar de Okonomiyaki, donde devoramos nuestros omeletes y donde finalmente decidimos que era el momento de separarnos, por primera vez en nuestra estadía en Japón. Yo me fui hacia el sector de las tiendas de ropa y comercio variado que quedaban cerca del hotel y Pato volvió de piquero a su sector de juegos y quedamos de encontrarnos en dos horas mas en el hotel, acuerdo que funciono a la perfección y que nos permitió andar a nuestro propio ritmo, ver las cosas que a cada uno le interesaban y gastar mucho dinero en lo que cada uno creía importante. No creo que eso necesite mas explicación, cierto?

La cosa es que a las 18:30 en punto nos reencontramos en el lobby del hotel, cada uno con 83468735 bolsas de compras y la cara llena de risa después de un desenfrenado día de consumo capitalista en Osaka.

Después de instalarnos en el hotel (no habíamos podido hacer check in aun) y de mostrarnos nuestras compras mutuamente, decidimos salir a buscar un pub donde tomar y comer algo. Ahí caminamos nuevamente hacia la parte mas céntrica de Osaka y vivimos de noche la locura de los carteles en movimiento, los juegos de luces de los edificios y la animada vida nocturna del lugar. Lo importante, fue que encontramos un bar irlandés donde habían cosas occidentales tipo papas fritas y hamburguesas y donde nos tomamos unos ricos shops de cerveza japo. Y para terminar, otro de los puntos mas altos de nuestro viaje: nuestra experiencia en un karaoke 100% japonés.

La verdad es que quedamos demasiado felices con la dinámica. Lo mas sorprendente es que es todo súper pro, a la entrada te dan una pieza que sale aprox 13 mil pesos chilenos, lo que incluía una hora de karaoke y dos cervezas.
Lo divertido es que todo es muy distinto a los karaokes de Chile. Acá es en privado, te metes en una pieza con una mesa al centro y con una tele al fondo, te pasan unos controles tipo Tablet donde buscas, seleccionas y envías la canción a la pantalla y te dan un par de micrófonos para que tu desafinación suene aun con mayor intensidad. Ustedes ya se pueden imaginar el show que teníamos los dos, muertos de la risa con la experiencia freak, cantando desde canciones de Disney hasta Linkin Park y Metallica, sin dejar de lado las clásicas de Backstreet Boys y Christina Aguilera. Todo un espectáculo, considerando que todas las canciones estaban en ingles y entre la dificultad de cantar "Under the Sea" o "A friend like me" en ingles y las desafinaciones para llegar a los agudos de Christina, teníamos un gritadero de aquellos, pero todo era demasiado divertido.

Al final, la hora se hace nada y se pasa demasiado bien, por lo que descubrimos que el panorama no es nada de barato pero sin duda es uno de los carretes favoritos de los lolos japos. Incluso pensamos que el sistema podría servir en Chile, la cosa privada le da un toque y te permite desentonar sin pasar vergüenzas, demasiado bueno!!!!

Así que a eso de las 12:00 volvimos al hotel muertos de la risa y felices de nuestro apretadisimo día en Osaka. Un destino que merece por lo menos dos o tres días, para el que viene con mas tiempo y puede hacerlo. Súper recomendable!




Kyoto y Arashiyama


Nuestro segundo día en Kyoto venia recargado de actividades. Para empezar, decidimos ir al Palacio Imperial donde se celebraba el Aoi Matsuri, un desfile típico que comenzaba en los patios del palacio y terminaba en uno de varios templos que rodeaban el sector.

El problema fue que el calor estaba cuático, demasiado intenso, y la procesión se realizaba a pleno rayo del sol, por lo que se hizo demasiado insoportable verla hasta el final. Incluso algunos viejitos que miraban el espectáculo se caían derretidos por el calor y ahí llegaban mil japos a ayudar a sacar a los pobres viejos para ponerlos a la sombra un rato, mientras adelante figuraban desfilando geishas, antiguos monjes, caballeros a caballo, algunos bueyes, varios samurais y mucho señor disfrazado raro. Un espectáculo interesante, pero demasiado cansador para esperar cerca de una hora bajo el sol.

Después de unos 40 minutos viendo el desfile, decidimos marchar a nuestra primera parada del día: el pabellón dorado o pabellón de oro, un templo zen muy hermoso -algo así como el hermano mayor del pabellón de plata que visitamos antes- una estructura llena de vegetación y agua alrededor y obviamente, pintada en un color dorado que contrastaba demasiado bien con los verdes del entorno.

Después de recorrer sus parques y senderos, tomamos un bus hacia Arashiyama, un distrito ubicado a unos 45 minutos del centro de Kyoto, junto a un hermoso río y un bellísimo bosque de pinos y alerces, lo que por supuesto, lo convertía en un lugar ultra turístico y una de las visitas obligadas desde Kyoto.

Al llegar, buscamos rápidamente un lugar para almorzar y después del típico arroz con cosas exóticas y su chela heladita, seguimos el tour por los templos, un poco apurados porque teníamos solo tres horas antes de que cerraran. Por esa misma razón, subimos rápidamente por los senderos del cerro hacia el templo que mas nos llamaba la atención, el Adashino-Nenbutsudera, un cementerio budista que mostraba miles de pequeñas rocas esculpidas como mini estatuas rodeando una gran escultura principal, ademas de pequeños oratorios rodeados siempre de mucha naturaleza y una paz realmente exquisita, donde lo único que sonaba era el viento y los pájaros al cantar. Una real delicia!!

Después de permanecer en silencio, contemplando y admirando ese lugar, decidimos bajar hacia otro templo, el que lamentablemente estaba en su mayoría en proceso de reconstrucción, por lo que no pudimos ver mucho mas que las estructuras desde afuera y los parques, y como el calor ese día estaba desesperante, decidimos bajar a través de un lindo bosque de bambú a descansar y recorrer las tiendas con recuerditos que siempre rodean los templos. Después de mirar un par de figuritas, mini esculturas de Buda y millón de comida con formas raras (algo muy típico de acá), decidimos cruzar el puente y sentarnos a mirar el río y el hermoso paisaje de fondo, con miles de tonalidades de verde y unos barquitos que cruzaban a los turistas de un lado al otro. Ahí estuvimos descansando y disfrutando ese paisaje, hasta que decidimos tomar el bus que nos llevaría hacia Pontocho, el sector de comercio y restaurantes donde habíamos quedado de encontrarnos con una pareja de amigos de Pato -Brolo y Tania- quienes justo vinieron a Japón en la misma fecha que nosotros y con quienes coincidimos esa noche en Kyoto...broma lo increíble de ese encuentro al otro lado del mundo!!!!

Así que obviamente cuando nos encontramos en el lugar y a la hora que habíamos acordado, buscamos un restaurant donde comer y tomarnos algo mientras por fin podíamos conversar y comentar en español todas las cosas locas que uno siente, escucha, mira y vive en Japón.

Al terminar la velada, nos despedimos y fuimos directo al hotel, porque a esa hora estábamos raja y nuestras patitas no daban mas de cansadas después de haber recorrido tanto lugar bonito, en lo que fue nuestro segundo día en Kyoto y sus alrededores.






Hiroshima y Miyajima


El jueves despertamos con un programa especial dentro de nuestro itinerario. Habíamos reservado ese día para el momento histórico-cultural del viaje que contemplaba una visita a Hiroshima.

El tren partió tempranisimo, por lo que a las 10:00 ya estábamos tomando un cafecito en la estación de Hiroshima, mientras afuera el clima nos volvía a sorprender con un poco de lluvia, esta vez acompañada de truenos y relámpagos en una tormenta media tropical que duro cerca de dos horas y que no obligo a comprar unos super paraguas para no quedar empapados mientras recorríamos el lugar.

Empezamos la visita en la "zona cero", lugar donde cayo la primera y terriblemente destructiva bomba atómica que nuestros super amigos gringos de mierrr tiraron sobre la ciudad, arrasando con mas de 130.000 vidas y muchas mas a largo plazo, debido a las secuelas ocasionadas por la radiación.

Ahí pudimos ver la Cúpula de la Bomba Atómica, un edificio municipal (de correos parece, no recordamos bien) tal como quedo destruido por la bomba, y visitamos varios memoriales instalados a lo largo del parque que terminaba en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Durante el recorrido vimos a muchos grupos de estudiantes entregando ofrendas y visitando los distintos sitios conmemorativos de ese fatídico episodio de la historia de Japón, lo que revela la importancia y carga emocional que tiene para los japos aquel lunes 6 de agosto de 1945.

Cuando terminamos de seguir la ruta de las esculturas dedicadas a la paz, entramos al museo, el cual muestra con gran detalle e incluso crudeza la destrucción que ocasiono en la ciudad y sus habitantes la bomba atómica. Los relatos eran desgarradores. Para entender mejor, arrendamos un audio-guía, un reproductor que tiene grabadas las explicaciones de cada cosa en español, según lo que íbamos viendo en el museo, y muchas de ellas contaban con gran detalle la condición física en la que quedaron los sobrevivientes, los daños en la piel, en los ojos, en los huesos; la generación de cancer, leucemia y otras enfermedades y el deterioro que iban teniendo 10 o 20 años después. Era realmente impactante, tanto que no pudimos escuchar todos los relatos y nos dedicamos a revisar los objetos retorcidos, quemados y fundidos que estaban en exhibición, que mostraban la fuerza de la energía atómica y la radiación emitida por la bomba.

Uno de los rincones mas tristes del museo mostraba la historia de una escolar que había salido ilesa de los efectos de la bomba, pero que luego de unos años desarrollo un cancer tan fuerte que finalmente termino con su vida. La historia -que iba acompañada de fotos y elementos expuestos en una vitrina- contaba que cuando ella estuvo enferma comenzó a hacer grullas con origamis (la técnica mítica de formar figuritas de papel), como una manera de expresar su esperanza de salir con vida de la guerra contra el cancer, algo que finalmente no logro. Hoy, gracias a su legado de esperanza y fe, los origamis de grullas son el mayor símbolo de paz y esperanza en Hiroshima, tanto así que en cada memorial existen vitrinas con cientos de origamis entregados en ofrenda. Por supuesto, nosotros también armamos nuestra grulla de origami (a la salida del museo te enseñaban como hacerlos) y la dejamos en uno de los memoriales, en recuerdo de la pequeña niña y de tantas otras personas que vivieron en carne propia los efectos de la radiación.

Después de esa mañana tan potente, decidimos tomar el tren rumbo a Miyajima, una isla ultra turística, llena de templos y harto comercio local. Tras cruzar el mar en un ferri donde millones de escolares corrían y gritaban de un lado para otro, llegamos a la isla-santurio y al bajarnos, los niños empezaron a practicar su inglish con nosotros, saludandonos y contándonos que estaban cansados y que tenían hambre, en las típicas frases pre-diseñadas que enseñan en los colegios, lo que nos dio demasiada ternura y risa.

En la isla, recorrimos sus calles principales y buscamos un lugar para almorzar, para luego subir a los templos budistas y santuarios sintoistas que repletaban la isla, y que simbolizan hasta hoy el tono sagrado que tiene aquel lugar. Incluso en el mar, a unos cuantos metros de la orilla, un gran tori gigante color anaranjado indica que toda la isla es un lugar santo, lo que se ve reflejado en la cantidad de templos que existen, muchos de los cuales no alcanzamos a visitar, porque acá en Japonilandia todo cierra temprano (sobre todo los templos, entre las 16 y las 17), algo que hay que tener muy en cuenta al venir a este país.

A la vuelta, llegamos cerca de las 22:00 a nuestro hotel y decidimos descansar para recorrer la segunda patita de Kyoto al otro día.

jueves, 14 de mayo de 2015

Kyoto en el corazón


Por primera vez en el viaje dentro de Japón, puedo decir que tuvimos mala suerte. Después de una excelente estadía en Nara tomamos el tren a Kyoto y llegamos a la ciudad junto a un tifón que hace rato venían anunciando en la tele, lo que significo mucha lluvia y viento, pésimos aliados para el turismo a pie.

Por esa misma razón, y a pesar de que nos aguantamos el mal genio mutuo y la lata de mojarnos, ese día solo visitamos rápidamente dos grandes templos, un mítico Book Off y las afueras del edificio de Nintendo, donde Pato se saco una foto, pensando que seria lo mas cerca que estaría de la meca de sus sueños.

Lo único bueno del día feo fue que llegamos tempranito al hotel y pudimos descansar, conversar, re-planificar los próximos días y dormir mas de lo normal, algo muy necesario para enfrentar el próximo día, que vendría recargado con las cosas que no alcanzamos a hacer por la lluvia.

Y como los japos son extremadamente exactos con todo, tal como habían anunciado, el tifón se fue mas al norte y al día siguiente salió el sol con tuti, y nos regalo un día realmente perfecto.


Lo primero que hicimos fue caminar hacia el Castillo Nijo, que nos queda acerca del hotel, y ahí, por solo 300 yenes (como 1600 pesos chilenos) pudimos recorrer sus espacios por completo y caminar entre sus parques, para después tomar un tren hacia el santuario de Fushimi Inari, el mítico lugar con millones de toris rojos en fila (es probable que lo hayan visto en imágenes sobre Japón). Ese paseo estuvo genial, empezabas a subir por senderos llenos de templos y toris de color anaranjados puestos en fila de tal manera que generaban largos túneles hacia lo alto del cerro, y al mismo tiempo podías maravillarte con la naturaleza y el agua que caía por un costado del camino, generando un ambiente realmente acogedor.

Fue ahí que paso lo que, para Pato, constituye el punto mas alto del viaje y el mayor golpe de suerte que se podría haber imaginado. Cuando ya habíamos avanzado por gran parte de los senderos, nos topamos con unas personas grabando algo y como buenos chilenos curiosos y metiches, nos acercamos a mirar.

Es súper difícil describir con palabras ese momento, porque la felicidad y la emoción de Pato no caben en un simple relato. La cosa es que cuando nos acercamos, Pato pudo ver a lo lejos a un señor medio canoso haciendo un dibujo en las típicas tablitas que se cuelgan en los templos para pedir deseos, y antes de que pudiera volver a respirar, me dijo con los ojos semi aguados "es Miyamoto" y fue como si me dijeran cualquier cosa, porque no tenia idea que el señor ahí presente era el creador de Mario Bros, uno de los viejujos mas capos del mundo ñoño de los juegos de video. Y ahí estaba, frente a nosotros, con un equipo de cerca de 10 personas que lo grababan y le indicaban que hacer, mientras Pato permanecía casi inmóvil con la cámara en mano, repitiendo "es Miyamoto CTM!!!!!!!!!!!!!!!".

Yo creo que por poco no le dio un patatús, pero estaba a punto del colapso nerd, así que ahí mismo, con todo el inglish que pudimos, le pedimos a una de las señoras de la delegación si podíamos pedirle una foto, y tras preguntarle como a siete gayos mas antes de pedirle al mismísimo viejito, aceptaron de lo mas amables y sucedió lo que tenia que suceder: con paso tembloroso y una sonrisa de oreja a oreja, Pato se acerco al señor Miyamoto y le dio la mano, balbuceo algunas frases del tipo "soy tu fan, vengo de Chile" y poso radiante para la foto, que tome mientras también me temblaba todo, porque finalmente la emoción que sentía Pato era una emoción que se contagiaba, y la verdad es que era demasiado increíble todo lo que estaba pasando ahí, en Japón, a miles de kilometros de Chile, justo ese día, en ese lugar, a esa hora, en esas condiciones. Simplemente era lo que tenia que pasar.

Después de darles las gracias como cuarenta veces, y de alejarnos del lugar como pisando nubes, nos detuvimos, volvimos a respirar y nos reímos, con esa risa que mezcla la emoción con los nervios y la incredulidad de haber vivido ese encuentro, que para muchos puede ser una tontera, pero para Pato, era un gran sueño, tanto así que recuerdo que una de las cosas casi inimaginables que me había comentado antes de viajar, era encontrarse con Shigeru Miyamoto. Y eso se había hecho realidad.

Cuando, muy de a poco, pudimos volver en si, terminamos de recorrer el templo y tomamos el tren de vuelta a la estación de Kyoto, para visitar el templo Kiyomizu-dera, sin dejar de caminar entre nubes y de reírnos cada cierto tiempo de la mansa suerte que habíamos tenido.

El paseo por el llamado "templo del agua" estuvo genial, aunque nos topamos con chorrocientos escolares que andaban de paseo de curso, por lo que a pesar de lo lindo que era todo, teníamos ganas de avanzar pronto para escapar de la estampida humana que visitaba el lugar justo a esa hora. Lo bueno es que tras atravesar la parte principal, pudimos encontrar un lugar para admirar con tranquilidad el santuario, que como casi todos los templos, estaba metido entremedio de la naturaleza, lo que siempre le da un toque aun mas especial a esos espacios sagrados. Este, en particular, estaba construido en lo alto de un cerrito, y una gran parte del espacio estaba sostenida por enormes pilares que bajaban hasta la entrada al lugar, lo que le daba especial majestuosidad.

Cuando terminamos este recorrido ya estábamos cansados y hambrientos así que antes de seguir buscamos un lugar para almorzar. Arrastrando las patas, caminamos un par de cuadras hasta que nos encontramos con el paraíso: un sucucho que vendía hamburguesas con papitas, las que devoramos en un par de mascadas para volver a retomar nuestro camino, ahora hacia el "pabellón de plata" un templo zen que nos dejo realmente impactados con su impecable belleza, sus jardines bien cuidados y lo hermoso del entorno, lleno de arboles de distintos verdes y senderos llenos de agua y vegetación. Un lugar maravilloso, que trasmitía muchísima paz, algo realmente necesario después del griterío de cabros chicos de esa mañana.

Después de disfrutar de la calma, salimos en estado ommm a recorrer el bien llamado"camino del filosofo", un sendero de aproximadamente dos kilometros que bordea un arroyo lleno de arboles y mucho mucho silencio, si no hubiese sido por una horda de españoles que andaba en patota y que hablaban casi gritando, por lo que caminamos rapidito para separarnos del grupete y sumergirnos en ese espacio de calma y conexión. Realmente fue una delicia!!!!

Después de ese rico break, decidimos bajar hasta el barrio de Gion, un lugar con mucho movimiento y comercio tradicional, donde para variar entramos a un Book Off y salimos cargaditos de libros y juegos, haciendo honor a nuestra parte consumista que volvió a surgir después de nuestro breve estado zen. Cuek!!!

Y para terminar, recorrimos Pontocho, una callecita tradicional que bordeaba el río, con muchos restaurantes y vida nocturna. Ahí decidimos comer y tomarnos algo mientras repasábamos lo excelente que había estado el día, en comparación con lo gris y lluviosa de la jornada anterior. Kyoto se había reivindicado.











Nara!!


Empezamos el día con el viaje mas largo de todo nuestro itinerario en tren. Teníamos que hacer tres transbordos, volver a pasar por los hermosos paisajes que rodeaban Takayama y tomar rumbo a Kyoto, para después desviarnos hacia Nara, una ciudad que se destaca por sus hermosos templos, el tercer Buda gigante de Japón y sus parques llenos de ciervos que pasean libres entre los turistas.

A penas llegamos nos dirigimos hacia nuestro hotel, que si bien no era un Ryokan tenia acondicionadas las piezas como tal, por lo que volvimos a vivir la experiencia de sacarnos los zapatos al entrar y de dormir en una camita al nivel del suelo. Lo mejor de todo, es que el hotel arrendaba bicicletas muy baratas por el día (como $2500) por lo que sumamos una nueva experiencia al viaje: recorrer la ciudad en bici.

La verdad es que la opción de las bicicletas era perfecta para una ciudad como Nara, donde podías recorrer la mayoría de los atractivos turísticos de un lado a otro, sin que fueran distancias tan excesivas. Sin duda una super buena manera de conocer los rincones y callecitas del lugar.

Lo primero que hicimos con nuestras super bicicletas fue perdernos tratando de buscar dos templos que cuando llegamos ya estaban cerrados, por lo que no tuvimos mas opción que seguir nuestro trayecto hacia uno de nuestros lugares favoritos: un Book Off!!!!! Ahí Pato se sumergió en sus juegos y yo en el mundo de Ghibli, y después de gastar unos buenos yenes nos devolvimos a la casa, ultra cansados y con hambre, por lo que nuestro próximo destino fue recorrer la calle de los restaurantes. Ahí nos metimos a uno que tenia fotos de los platos (eso es vital para pedir comida, a pesar de que en muchas partes igual tienen carta en ingles) y nos devoramos nuestras comidas exóticas con arroz (obvio) y hamburguesa para Pato, y unas carnujas tipo churrasco para mi, ademas de tomarnos unas buenas chelitas que nos dejaron con la guatita llena y la cabeza lista para un buen tutito reponedor.

El segundo día en Nara empezó mucho mas relajado que los días anteriores, porque la camita estaba tan rica que no nos dejo salir de ella hasta como las 9. Tipo 10:30 tomamos de nuevo nuestras bicis y volvimos a visitar los templos que ayer encontramos cerrados, pero esta vez pudimos entrar y quedamos realmente asombrados de lo enormes y hermosos que eran. En los dos grandes salones principales había estatuas de Buda con muchos adornos y detalles simbólicos y mucho color alrededor. Ademas, habían dos grandes pagodas a los costados, una de ellas en reparación, lo que habla de lo cuidadosos y respetuosos que son los japos con sus lugares sagrados, los que siempre están en perfectas condiciones.

Después de visitar todos los rincones de esos templos budistas, tomamos nuestras bicis rumbo al centro, donde volvimos a la típica callecita de restauantes, a buscar un lugar que nos habían recomendado, donde cocinaban Okonomiyaki, una especie de omelet que preparaban en tu propia mesa, donde al medio había una placa que se calentaba para preparar in situ nuestros exóticos platos tradicionales. Obviamente, yo me fui por la versión menos rara, con papas y queso, y Pato comió uno que tenia calamares y cerdo bañado en salsa agridulce y semipicante. Según Pato, un manjar de los dioses. La verdad es que el lugar estaba buenísimo y mi plato también quedo espectacular, por lo que disfrutamos a concho ese mega almuerzo.

Al terminar, subimos como dos o tres cuadras hacia un mini cerrito donde estaba el parque de Nara, el lugar donde los ciervos te persiguen para que les des comida y los lugareños te venden unos pastelitos hechos como de barquillo para que vivas la experiencia de darles de comer a los bambis... demasiado adorable!!!!!

Ahí mismo se podían visitar varios templos y pagodas, la gran mayoría budistas, llenas de estatuas y representaciones de deidades relacionadas. El mayor atractivo era el templo Todaiji, que es la construcción de madera mas grande del mundo (hasta 1998, año en que lo supero otra cosa, no sabemos que), y ahí pudimos maravillarnos con otro de los Daibutsu o Budas gigantes de Japón.

La estatua estaba dentro del templo y era enorme, igual de imponente que sus antecesoras. El templo era asombroso, sin tantos detalles pero de una majestuosidad impresionante debido a sus enormes dimensiones. En general, todo en el parque de Nara era hermoso, el verde de la naturaleza, los ciervos y los templos presentaban una postal demasiado linda y única. Lamentablemente -y como en la mayoría de los lugares de Japón- el templo cerraba a las 17:00 por lo que la visita fue bastante corta. Sin embargo quedamos muy felices y en mi caso, con el corazón demasiado contento de haber conocido los tres Budas gigantes que existen en todo Japón.

Al regreso, pasamos a comernos un heladito para descansar un poco de las bicicletas, y ahí empezamos a programar lo que se viene del viaje, porque nuestra visita a Nara marca exactamente la mitad de nuestro periplo por las tierras Niponas.

Para terminar, volvimos a nuestro hotel con dos chelitas y una porción de sushi que comimos mirando nuestras compras y haciendo un pequeño recuento de lo que han sido estos 9 días en Japón. Realmente un destino fascinante!!!!

Ahora estamos preparados para empezar la segunda parte de nuestro viaje, que incluye nuestra estadía de 4 días en Kyoto, una visita a Hiroshima y la isla de Miyajima, un día en Osaka y un par de días mas en Tokyo. Aun queda mucho por recorrer!!!!



domingo, 10 de mayo de 2015

Japo tradicional parte 2


Takayama era mucho mas de lo que esperábamos. El pueblo es precioso, esta rodeado de vegetación, montañas, mucho verde y casitas mas tradicionales, sobre todo en las callecitas que están rodeando el río Setogawa, donde se concentra el comercio local que va desde loza, telas, adornos y monos japos hasta sake y comidas con caritas y colores, demasiado exótico todo!!!! Y lo principal, la venta de Sarubobo, que significa "mono bebe" y que viene siendo como la mascota oficial de la zona. Lo divertido es que encuentras Sarubobos en todos los colores, tamaños y formas, en distintos accesorios, elementos de aseo, de cuidado personal, loza, peluches, cartas, papelería, dulces, telas y cuanta cosa se les ocurra, algo que es demasiado típico japonés, y que tiene que ver con lo buenos coleccionistas que son.

El día empezó con una pequeña lluvia que, por suerte, no se extendió mas allá de las 12:00. En la mañana aprovechamos el tiempo que teníamos para desayunar y recorrer el Morning Market de Takayama, donde te venden de todo a precios un poco mas elevados que en otros lados, porque es una zona muy turística y le sacan el jugo a los rubios visitantes.

A eso de las 13:00 tomamos el tour a uno de los lugares mas interesantes de nuestro recorrido: Shirakawago, una zona muy turística donde existe una pequeña villa de casitas tradicionales japonesas metidas entremedio de la naturaleza. Un paisaje realmente hermoso y único. El viaje estuvo increíble, disfrutamos cada detalle, pudimos ver la aldea desde el mirador y luego recorrer las callecitas del pueblito e incluso entrar en una de las casitas Gassho, que reciben su nombre por la forma que tienen, tal como el gesto que hacen los japos y muchas religiones al rezar (juntando las palmas).

El recorrido duro cerca de una hora y media y es absolutamente recomendable, pero bastante caro. De hecho, es el tour mas caro que hemos tomado (cerca de 20 mil pesos chilenos) pero valió completamente la pena.

Al volver, seguimos recorriendo Takayama pero como eran cerca de las 18:00 nos encontramos con casi todos los locales cerrados por lo que decidimos buscar un lugar donde comer, el que también salió carísimo, pero estaba muuy rico para terminar el día de excursión.

Al llegar al hotel, nos pegamos un infaltable baño de tina a mil grados, para quedar flopis para ir a la camita, que a todo esto es demasiado cómoda, aun cuando está prácticamente sobre el suelo. Estos locos japos si que saben.




Japo tradicional parte 1


El día empezó con el viaje tempranito a Gifu. La única lata de esta jornada era que teníamos que andar con las mochilas todo el tiempo porque no teníamos planeado alojar ahí, pero como la suerte ha estado de nuestro lado, logramos dejar las mega mochilas en unos lockers que estaban en la misma estación de trenes donde después tomaríamos rumbo hacia Takayama, demasiado perfecto!!

Así que empezamos el tour mucho mas cómodos con nuestras mini mochilas rumbo a nuestra primera parada del día: el gran Daibutsu de Gifu, un Buda que -a diferencia del anterior- esta al interior de un templo y su majestuosidad es incluso mas impresionante que el de Kamakura, porque esta construido inclinado hacia adelante, lo que da la impresión de que esa enorme estatua de Buda se te viene encima.

Después de permanecer varios minutos en el templo, seguimos recorriendo el parque de Gifu, un lugar con mucho verde y demasiado bien cuidados, tal como se mantienen todos los espacios públicos en Japón. En ese mismo parque tomamos un nuevo teleférico (se estila subir los cerritos así acá) y llegamos a un lugar demasiado divertido: la villa de las ardillas!!! Era un mini parquecito donde habían miles de ardillas dando vuelta y al entrar te pasaban un guante para que pudieras darle comida sin que te hicieran daño... demasiado tiernoooo!!! Ahí estuvimos un buen rato muertos de ternura tratando de llamar la atención de las ardillitas para tomarles un par de fotos, y después de esa experiencia super salvaje (ajajaja) seguimos subiendo hacia el Castillo de Gifu, una construcción en lo alto del cerro donde se podía entrar, mirar elementos de guerra, armaduras y cascos (todo muy parecido a Shizuoka) hasta que cerca de las 15:00 volvimos al centro de Gifu, donde para variar, visitamos un Book Off. Después de recorrer y mirar toooodos los mangas, libros y miles de cosas, almorzamos en un Mc Donald que estaba cerca (es una opción barata por eso a veces almorzamos ahí) y caminamos hasta la estación, donde a las 18:00 salía nuestro tren hacia Takayama, un pueblo pequeño donde conoceríamos el Japón mas tradicional.

La cosa es que el viaje duro cerca de hora y media y tipo 20:00 llegamos a nuestro nuevo destino. En Takayama teníamos reserva en un Ryokan, un hostal típico japonés donde duermes en el suelo, te sacas los zapatos al entrar, te bañas en tinas calientes y te pones una Yukata al salir, algo así como una bata, pero con la típica forma de los kimonos japos....toda una aventura!!!!!

El problemita fue que al llegar a la estación ya estaba todo oscuro y casi todo estaba cerrado, incluida la caseta de informaciones donde casi siempre pedimos orientación cuando llegamos a un nuevo lugar. Pero como andamos mega orientados con gps, Pato descifro el camino hacia el Ryokan y emprendimos nuestra caminata sin saber que serian cuadras y cuadras caminando con las mega mochilas a la espalda!!!!! Nos queríamos morir, llevábamos como 20 minutos caminando y aun quedaba subir un mini cerrito, donde después de como 10 minutos mas llegamos por fin a nuestro hostal....broma el trayecto del terror!!!!

Lo bueno fue que cuando llegamos, quedamos enamorados del lugar, era demasiado lindo, estaba todo en onda japo tradicional, el piso era de tatami, las piezas con puertas de corredera y todo demasiado igual a las casitas típicas que hemos visto en las películas de Miyazaki. Y lo mejor es que para terminar el día, nos metimos al baño privado para parejas (porque acá los baños son compartidos, de hombres por un lado y mujeres por el otro, pero todos figuran empelota y se bañan sin ninguna privacidad) y nos pudimos relajar en nuestra super bañera calentita. Y mejor aun, al volver a nuestra pieza nos comimos unos ricos cortes de sushi que habíamos comprado en la estación de trenes, una manera perfecta de cerrar la primera noche en Takayama.

Nuestro encuentro con Tomoko


El día comenzó tempranito como siempre. Fuimos a recorrer las callecitas de Shizuoka y llegamos al parque Sampu, donde pudimos ver unas torres de vigilancia antiguas rodeadas de dos fosas que recorrían todo el perímetro, delimitando el área del castillo Sampu, que hoy ya no existe. Seguimos recorriendo el barrio hasta el Sengen-Jinja, un santuario sintoísta donde visitamos varios templos con hermosos detalles en sus muros, puertas y techos, todo esto ubicado en la ladera de un cerro, por lo que la mezcla entre naturaleza y templos era perfecta.

Después de relajarnos un rato perdidos en la paz del templo, caminamos hacia uno de nuestros locales favoritos, un Book Off, que es algo así como una mega tienda de CDs, DVDs y mangas (comic japonés pal que no sabe) que en su mayoría son usados, por lo que los venden a precios increíbles y están realmente impecables. Ademas, a veces la tienda tiene Hard Off que es la parte mas electrónica, donde Pato se queda horas pegado viendo juegos y consolas mientras yo busco libritos de Ghibli, Sailor Moon o cualquier mono japo que me lleve a mi infancia.

Después de unas dos horas adentro del local (podríamos quedarnos mucho mas rato, es demasiado entretenido) fuimos a tomar el bus que nos llevaría al Santuario Toshogu, que estaba arriba de una montaña, por lo que tuvimos que subir hasta la cima en bus y luego tomar unos carritos tipo teleférico para llegar al templo, que en realidad es un gran mausoleo con la tumba de un famoso líder, el "shogun" Tokugawa Leyasu, quien trajo la paz y unidad a Japón después de varias décadas de guerra civil. Generalmente al lado de los santuarios o templos hay museos, y en esta ocasión pudimos ver indumentaria típica de los samurai, como elementos de guerra, armaduras y cascos demasiado bakanes.

Al terminar, bajamos como 1000 escalones para tomar el bus, y aquí se pone divertida la cosa: estábamos esperando cuando de repente una japonesita que parecía de 15 años se bajo de un auto a decirnos con un nulo ingles que nos fuéramos "tugeder" "tugeder" a la estación de Shizuoka y como somos chilenos desconfiados y no entendíamos nada, nos costo un mundo aceptar su invitación, pero terminamos subiendonos en su mini auto, con susto de perder una cornea o un hígado. Resulta que Tomoko (así se llamaba) nos había visto en el templo donde ella trabajaba y cuando nos vio esperando el bus con cara de perdidos, nos recogió y ofreció llevarnos a la estación. Casi morimos de la ternura cuando empezamos a entenderlo todo!!!! Y lo mas tierno, es que mientras manejaba escribía en su celu lo que nos quería decir y con un traductor nos mostraba las frases en ingles...demasiado adorableeeee!!!!! En verdad la amamos, era demasiado amorosa, y entre traductor y traductor pudimos al menos contarle que veníamos de Chile y decirle que había sido muy amable con nosotros. Y lo mejor de todo es que al final, le entregamos una moneda de 100 pesos chilenos que ella al principio se negó a aceptar porque pensaba que le estábamos pagando, pero después entendió que era un gift, o en su idioma, un "giftooo", y al despedirnos nos pidió una foto!!!! Así que ahí figurábamos posando para una selfie con Tomoko que después también sacamos nosotros con ella, para llevarnos un recuerdo de la japonesita mas adorable del mundo mundial!!

Al final del día seguimos paseando, Pato jugo Street Fighter en un local de arcade de la mítica marca Sega, y finalmente terminamos comiendo pizza y tomando unas chelitas en un bar con onda italiana donde nos reímos un montón con dos minas que hablaban como locas y mientras una escuchaba a la otra hacia un ruido demasiado chistoso, como el "aja" nuestro pero el de ella era como mmmmmm mmmmmm todo el rato, muy en onda vacuno.

Mañana se viene nuestro viaje al segundo Buda gigante de Japon, en Gifu. Sayonara!


Felicidad infinita: museo Ghibli


Imposible no empezar el día emocionados con lo que seria una de las visitas mas esperadas de este viaje. La travesía para comprar los tickets de entrada al museo del Estudio Ghibli empezó hace cerca de seis meses atrás, cuando descubrimos que no podíamos comprarlas online desde Sudamérica. Gracias a la paleteada de Ricardo mi primo y su amigo Felipe que vive acá en Japón, pudimos conseguir nuestras entradas para el miércoles 6 de mayo, a las 14:00. Por eso, tuvimos que hacer hora durante la mañana, y decidimos ir a pasear al barrio de Nippori Yansen, donde conocimos un cementerio típico japo y pudimos ver un nuevo templo con un gran Buda a la entrada y lindos senderos llenos de arboles y flores. Luego caminamos entre distintas callecitas hasta llegar al barrio de los gatos, un lugar con muuucho comercio, donde todo era sobre gatos: ropa, accesorios, llaveros, loza, paraguas e incluso queques y helados con formas de gatos. Sin duda uno de los grandes fetiches de estos locos japos.

Entremedio de toda esa locura encontramos un mini lugar para almorzar comida típica y después de llenarnos la guatita de arroz, tomamos el metro rumbo a Mitaka, donde se encuentra el maravilloso Estudio Ghibli.

Hay que decir que en mas de alguna ocasión se nos cayeron las lagrimas de emoción al vernos ahí, en el mundo de nuestros sueños, en el centro de nuestra infancia (adolescencia e incluso adultez), en donde un grupo de dibujantes bajo el liderazgo del tremendo Hayao Miyazaki logro plasmar lo que creemos y sentimos que el mundo debiese ser.

El museo es una gran casona cubierta por una espesa enredadera, con muchos recovecos y lugares para recorrer y admirar. A penas llegamos, nos recibió un gran Totoro a la entrada, un adelanto de lo que encontraríamos en el interior. El primer piso es el mas asombroso. Al entrar, te encuentras con escenas de las películas, con instalaciones que mezclan la animación con las técnicas digitales y cinematográficas para hacerte entrar de lleno en el mundo Ghibli. Con los ojos cargadisimos de lagrimas seguimos recorriendo cada espacio, cada rincón del hermoso museo. En el segundo piso pudimos revisar los bocetos de la mayoría de películas del estudio, Chihiro, Ponyo, Totoro, Porco Rosso, Laputa, El Castillo Andante y tantas otras. En otro costado del museo, los niños saltaban sobre un enorme Gatobus de peluche, mientras en el tercer piso vendían souvenirs de las películas mas famosas. Arriba, en el techo, una representación del robot de Laputa entre plantas y arbustos te hacia sentir dentro de una de sus películas, y para terminar, nuestra emoción fue aun mayor cuando nos dimos cuenta que la entrada al museo te permitía ver un corto animado inédito que programaban al azar. El de ese día era nada mas y nada menos que de Totoro. Ya se pueden imaginar lo emocionados que estábamos, lo mucho que disfrutamos el cortometraje y lo difícil que fue contener una vez mas las lagrimas frente a la pantalla. Realmente tuvimos mucha mucha suerte!!

Después de volver a recorrer cada espacio, de sentarnos a contemplar el entorno y poder creer que realmente estábamos ahí, en el lugar que mas queríamos visitar, emprendimos el viaje de regreso con el corazón gordito y uno que otro souvenir.
Camino al metro, nos alcanzo una canadiense que también había estado en el museo y que se nos pegoteo seguramente para no perderse. Se llamaba Shannon y era muy simpática, hablaba hasta por los codos en un ingles flash que igual lográbamos entender, por lo que el viaje de regreso fue de lo mas entretenido e internacional.

Ya en el hotel, recogimos nuestras mochilotas de viajeros y dejamos las mega maletas para empezar el viaje fuera de Tokyo. Nuestra primera parada seria Shizuoka, viaje que realizamos a través del Shinkansen, el tren bala, que recorrió un poco mas de 200 kilometros en una sola hora, ultra rápido! El tren se parecía a un avión, era muy cómodo y te atendía una pseudo azafata que te vendía comida y bebidas, aunque también podías comprar en la estación unos platos hechos para los viajeros, con comida típica, arroz, pollo, etc. El nuestro estuvo delicioso, y en un abrir y cerrar de ojos ya habíamos llegado a la estación de Shizuoka, desde donde caminamos cerca de seis cuadras hasta nuestro nuevo hotel, tan cómodo e impecable como el anterior.





miércoles, 6 de mayo de 2015

Tokyo increíble!!!


Los desayunos en Japón son una cosa muy rara, pero como están incluidos y nos sirven para ahorrar, todo vale. El menú es algo así como arroz (obvio), repollo con zanahoria, unos fideos raros, sopas y a veces unas bolitas de carne tipo albóndigas. Lo bueno es que te dan toda la energía necesaria para resistir muchas horas recorriendo antes de volver a sentir hambre.

El segundo día en Tokyo empezó con un viaje a Shinjuku, un sector tipo provi o Las Condes, con muchos rascacielos, hartos locales para comer y mucho movimiento. El atractivo principal -o al menos a lo que nosotros queríamos ir- era el gobierno metropolitano, algo así como la intendencia, pero en un edificio gigante donde se puede subir gratis al mirador en el piso 45, desde donde se ve una panorámica en 360 de una buena parte de Tokyo.

Después de recorrer un rato, volvimos a tomar el metro ahora hacia el parque Yoyogui, pero antes de llegar tuvimos que cruzar por una zona de grandes tiendas de ropa donde el desfile de japos exóticos era impresionante. Había para todos los gustos: japonesitas vestidas como niña bien, con arito de perla, blusas, faldas hasta las rodillas, calcetines cortitos y zapatillas (acá casi todos ocupan zapatillas tipo converse o vans); japos ultra fashion con los pelos teñidos y ropas exóticas y apretadas; las dirty japos, con faldas mega cortas, mega tacos y mucha pintura en la cara; los que van en un yate, con poleras ralladas azul y blanco, pantalones blancos y mocasines; los puketas-góticos, vestidos de negro apretado y con cara de malos y los típicos otakus vestidos con la ropa de su anime favorito, algo así como los ñoños que van al eurocentro.

La masa humana de japos era tan grande que durante un buen rato intentamos salir del caos y encontrar un lugar para almorzar sin tener que hacer colas enormes (acá se hacen colas para todo), hasta que por fin descubrimos un super restaurante de hamburguesas hawaianas donde sonaba música polinesica, habían palmeras al interior y se veían en la tele las imágenes de las playas calentitas de la costa Hawaiana. Una experiencia acorde al sector freak en el que nos encontrábamos.

Después de comernos nuestras super hamburguesas, recorrimos algunos locales temáticos, de artesanía y de distintos juguetes y nos fuimos directo al parque Yoyogui, que si bien estaba solo cruzando la calle caótica, la paz y el silencio cambiaban inmediatamente el ritmo y te invitaban a conectar con la naturaleza.

El parque es hermoso, esta rodeado de muchísimos arboles y en su interior se puede visitar el santuario Meiji, cuyo acceso esta anunciado por dos enormes totoris (estructuras de madera que indican que estas entrando a un espacio sagrado) y una pared de envases de sake con distintas inscripciones e imágenes típicas japos. Una vez adentro se puede recorrer el templo, que si bien es bonito, es menos espectacular que el que visitamos en Asakusa, pero en contexto, con la naturaleza y el silencio, es una invitación perfecta para salir de las atestadas calles del sector.

Y como si el caos hubiese sido poco, fuimos a Shibuya a ver el mítico cruce de montones de calles, donde nos recomendaron subir al Starbuks a ver como se ve el espectáculo de millones de personas cruzando en pasos peatonales hacia la derecha, izquierda y en diagonal, en una intersección que reúne seis o siete calles y millones de leds luminosos en muchos edificios que te hablan al mismo tiempo. Una locura total, que te hace pensar en lo freak que son los japos y en lo sobreestimulados que están, y sin embargo, siguen cuidando al mismo tiempo sus espacios de recogimiento y oración, en una extraña convivencia entre lo mundano y lo sagrado, como si todo fuera de lo mas natural.

En ese mismo lugar, en un rinconcito entre las miles de personas que entraban y salían del metro, nos encontramos con Hachiko, el mítico perrito que espero a su amo por mas de una década después de su muerte, al que reconocieron con una estatuilla en uno de los muchos cruces de Shibuya.

Y para terminar el día, nos fuimos a recorrer las calles llenas de avisos, imágenes, tiendas de anime, de discos, de juguetes y juegos electrónicos, y terminamos en un barcito tomándonos unas chelas. Fue en ese lugar donde por fin pudimos conversar un poco mas con un oriundo, porque el que parecía ser el administrador nos empezó a hablar en español y hasta nos trajo el mítico moai de pisco Capel, que nos hizo sentir un poquito mas en casa y muy agradecidos con la amabilidad del amigo local.


Al día siguiente despertamos con power para seguir recorriendo lo que nos indicaba nuestro super itinerario, uno de los destinos mas esperados del viaje, al menos para mi: el Daibutsu (Buda) de Kamakura.

Kamakura es una localidad que queda a una hora del centro de Tokyo y que tiene como gran atractivo un enorme Buda en el centro de un templo. El recorrido es genial, pero como siempre, todo estaba llenísimo de gente, que repletaba las estaciones del metro, el tren hacia Kamakura y todos los espacios del templo.

Pero a pesar de eso, la visita fue espectacular. El Buda, con su enorme proporción entremedio de la naturaleza, es realmente un imperdible. Estuvimos contemplándolo durante cerca de una hora, donde nos dimos espacio para relajarnos y bajar un poquito las revoluciones a full que te hace sentir este país.

Después de esta visita, fuimos hacia el templo dedicado a Kannon, un lugar realmente hermoso ubicado en un pequeño monte rodeado de arboles y naturaleza, donde quedamos impactados con la cantidad de esculturas en miniatura que rodeaban uno de los muchos lugares sagrados del templo.

Al volver a Tokyo buscamos un lugar donde almorzar y después de comer un rico menú de comida local, caminamos hacia la orilla del río Sumida para tomar un barquito que nos llevo a Odaiba, una isla artificial que reúne enormes centros comerciales y parques de juegos electrónicos, donde ademas se encuentra el enorme edificio de la TV nipona, que deleita a los visitantes con sus juegos de luces e imágenes de series animadas proyectadas en las paredes de la gigantesca construcción.

Si en la mañana fue mi momento de emoción al ver al gran Buda, ahora era el turno de Pato, quien no daba mas de la emoción de encontrarse cara a cara con el enorme Gundman (un robot de cerca de 20 metros) que levantaron los locos japos afuera de uno de los malls. Ahí nos quedamos viendo como hacían interactuar la historia del anime que proyectaban en una de las paredes con el enorme robot que movía su cabeza y ofrecía múltiples juegos de luces, deslumbrando a todos los japos y no tan japos que boquiabiertos miraban el espectáculo.

Sin duda, un día redondo a nivel espiritual y a nivel ñoñistico, lo que nos hace sentir que este país es perfecto para una pareja como nosotros. Sayonara!!!






domingo, 3 de mayo de 2015

Japón!!!!


Generalmente uno se imagina los viajes a países exóticos casi tan exóticos como son, pero la verdad es que cualquier idea de Tokyo se queda chica frente a la realidad.

Pero antes de entrar al ítem Tokyo, es imposible dejar pasar nuestro breve paso por Qatar sin dedicarle unas pequeñas palabras al enorme aeropuerto de Doha. Sus gigantescas instalaciones se asemejan mas a un lujoso mall que a un aeropuerto: hay un montón de tiendas de ropa carísima, salas para dormir mientras esperas tu vuelo, varios espacios con juegos infantiles, oratorios, esculturas gigantes, salas para ver televisión, restaurantes lujosos, hostelería y quizá cuanta cosa mas, porque en el rato que estuvimos no alcanzamos a recorrer todo, aunque en el ranking de aeropuertos bakanes, este seguro esta en el primer primerísimo lugar.

Como punto aparte, hay que decir que volamos desde Paris a Qatar en el súper mega avión Airbus 380, con doble turbina, dos pisos de asientos y un servicio filete a bordo, todo por la módica suma de 400 lukas aprox, lo que en serio, es muy módico para tanto lujo y comodidad.

El viaje Qatar-Tokyo duro cerca de 10 horas, en las que vimos chorromil películas y comimos como siete veces hasta que tipin seis de la tarde hora local llegamos a nuestro destino final: Japón!!!!

El aeropuerto de Narita no era tan caótico como lo pintaron, el chequeo para entrar al país estuvo perfecto y desde un principio se noto la amabilidad de los japoneses, quienes incluso con poquito vocabulario en inglish estuvieron dispuestos a ayudarnos en todo. El único tema complejo fue entender el metro con sus 27486252775 lineas y 4865625 direcciones, pero finalmente cerca de las 21:00 llegamos por fin a nuestro hotel, el Toyoko Inn en la estación de metro Tawaramachi.

El hotel tiene dos estrellas, lo que en Chile vendrían siendo como cuatro. Nuestra habitación es exquisita, pequeña pero cumplidora. Tiene frigobar, wifi gratis, hervidor para tomar cafecito, tele en idioma exótico, aire acondicionado, y lo mejor de todo, el baño que tiene un water con opciones para lavarte el trasero después de hacer lo que todos hacemos en el baño.... una locura!!! después de reírnos un montón con las opciones de lavado, terminamos el día emocionados y sin poder dormir, esperando que pronto amaneciera para conocer por fin las callecitas y barrios de Tokyo.

Y así fue como a las 7:30 figurábamos despiertos, aun medio cansados después del viaje pero con unas ganas infinitas por salir a conocer. Partimos directo al edificio de información turística, que esta a unas 12 cuadras del hotel, donde pudimos resolver varias dudas antes de empezar con nuestro tour.

Cruzamos, y frente al edificio esta Takeshita Dori, una callecita mega turística con mil tiendas de souvenirs y comida, que termina en el templo de Asakusa, dedicado a la diosa Kannon. No se imaginan lo felices que estábamos metidos ahí, en el corazón de la cultura japo, contemplando cada cosa que pasaba a nuestro alrededor. Fue sentir que por fin lo habíamos logrado, ESTABAMOS EN JAPON, AL OTRO LADO DEL MUNDO!!!!

Tras recorrer el lugar con ganas de comprarlo todo, nos fuimos al parque Ueno, donde vimos varios templos, una laguna, muuucho verde y muucha gente, porque como era domingo estaba llenísimo y acá en japonilandia se estila ocupar a full los espacios públicos que, como todo en esta ciudad, están perfectamente cuidados. Y como ya eran cerca de las 14:00 y teníamos semi hambre, se nos ocurrió comprar un tentempié en una de las tantas mini cocinerias que hay en todos los lugares turísticos. Yo, mañosa y occidental me compre una porción de papas fritas, y Pato, que ya no daba mas de la emoción de estar en su país favorito, quiso probar la comida local y compro unas bolitas de masa rellenas con pulpo que a mis ojos eran realmente wacalas pero que según el, estaban de lo mas bien.

Después de eso partimos a Akihabara, la meca de los ñoños, el paraíso terrenal de Pato, donde están todas las tiendas de juegos de video, consolas, anime y cuanta cosa rara se les ocurra.Yo se que en ese momento, cuando recorría como loco las tiendas de juegos, Pato quería llorar de emoción, pero se controlo para no perder ni un segundo en secarse las lagrimas y seguir viendo la chorrera de juegos y cosas raras que tiene pensado llevarse a casa. Realmente, el éxtasis máximo de un ñoño.

Tras mil quinientas horas viendo juegos de video, pasamos por un Mc Caca a comer una cosita antes de seguir el recorrido hacia el destino final del día: la torre de Tokyo. Como ya somos expertos en el metro (mentira, yo no cacho na pero Pato ya lo domina) hicimos casi todos los recorridos en metro y cuando no cachamos algo aplicamos el lenguaje universal de señas tipo tarzan, que siempre da buenos resultados. Fue así como llegamos a la torre de Tokyo, que es la mini copia de la torre Eiffel, subimos hasta la mitad y vimos la panorámica de la ciudad, pero estábamos tan cansados que no nos dio para subir mas y nos devolvimos al hotel arrastrando las patas pero felices por un primer día que supero todas nuestras expectativas. Sin duda, Tokyo es un destino fascinante y lo mejor de todo, es que aun quedan muuuchos días para seguir conociendo la loca vida al otro lado del mundo.




















Paris día 2!!


Nuestro segundo día en Paris fue como una semana comprimida en 24 horas.

Despertamos temprano y nos fuimos al barrio latino. Frente a la fuente de St. Michelle, comimos un baguette de pollo tal como nos dijo la Dani, en un local de Crepes y Baguettes donde el francés mas simpático de toda Francia nos hablo en español y nos trato con amor. Ahí nos encontramos con Alexandra, nuestra guía española del Free Tour. En ese paseo, vimos Notre Dame, supimos que Enrique IV es el rey mas querido de Francia, recorrimos el Senna, supimos que Enrique IV era protestante, visitamos el Louvre (por fuera obvio), supimos que Enrique IV era medio pedófilo, vimos le pettite Arco de Triunfo, supimos que Enrique IV murió asesinado, caminamos hacia la plaza de la concordia y nos escondimos rápidamente en un cafe, porque a esas alturas la lluvia nos tenia ultra mojados y ya era hora de tomar un cafecito caliente, después de tanto Enrique IV y de tanto museo al aire libre.

Al despedirnos de nuestra guía, compramos el tour a Mont Martre para las 18:00, y como teníamos cerca de tres horas libres, volvimos a la Catedral de Notre Dame para contemplar de cerca y desde adentro su majestuosidad, que nos dejo realmente impactados con el nivel de detalles y la historia detrás de ese enorme icono del catolicismo mundial. Cuando llego la hora de ir a Mont Martre, pasamos por el barrio latino y sus callecitas apretadas, su diversidad, sus kebabs y su música sandunguera al aire libre nos dejaron con demasiadas ganas de volver con mas tiempo a conocer cada rincón de ese divertido sector.

Una vez en Mont Martre, volvimos a encontrarnos con Alexandra, quien nos guió por las empinadas callecitas del sector, contándonos las historias de tantos artistas locos que vivieron sus días de penas y glorias en el sector mas bohemio de Francia.

Conocimos la historia de Toulouse Lautrec, quien a pesar de su buen pasar económico, se enamoro del Moulan Rouge y se quedo en Mont Martre pintando a las bailarinas del cabaret mas famoso del mundo, hasta que un día el dueño lo pillo literalmente con las manos en el óleo y le ofreció pintar los afiches oficiales de su cabaret, los que hoy son tan famosos como el lugar que los vio nacer.

En este mismo recorrido, subiendo hasta el punto mas alto de Paris, conocimos el mítico restaurante de Amelie y la casa de Van Gogh cuando vivió con su hermano. Supimos que hay varias teorías sobre su oreja y que tuvo una extraña amistad con Gauguin, que finalmente lo volvió mas loco de lo que ya estaba, pero que, obviamente, lo hizo pasar por uno de sus mejores momentos artísticos hasta que en 1890 decidió suicidarse.

También conocimos el lugar donde Pablito entregaba sus cuadros a un cura para que le fiara comida, con la promesa de que algún día valdrían millones, algo que ocurrió no mucho tiempo después, cuando Picasso se transformo en el artista que todos conocemos. Muy cerca de ese lugar vimos la escultura del cura sin cabeza, que según dice el mito, camino siete kilometros sin cabeza para ir a  perdonar a su verdugo, y por otro lado, conocimos la historia del burro que pinto un cuadro impresionista con la cola...cosas que solo se cuentan en las divertidas callecitas de Mont Martre.

Al final del tour llegamos a la Catedral de Sacre Coeur, casi tan majestuosa como Notre Dame, donde carramos la segunda jornada de tours express por Paris.

Para terminar el día, cansados y empapados por la lluvia infernal que nos acompaño durante casi toda nuestra estadía en Paris, nos fuimos al bar Prohibido, y terminamos probando todas las cervezas y mojitos del bar, lo que, como es lógico, nos dejo con una tremenda caña al otro día, que partimos en modo flash a ver el Arco de Triunfo antes de abordar un nuevo vuelo rumbo a nuestro destino final: Japón.

Paris día 1!


Siempre he considerado que la belleza de la naturaleza supera con creces a cualquier creación humana, pero hay un puñado de obras que es imposible dejar de admirar. Me paso primero en Angkor Wat, después nos maravillamos juntos con Machu Picchu y ahora, juntos otra vez, quedamos boquiabiertos antes la majestuosidad de la famosa Torre Eiffel. Boquiabiertos porque no dábamos mas de cansados después de subir los 700 primeros escalones a pie, pero por sobre todo, impresionados por lo potente que es ver esa enorme torre en medio de una de las ciudades mas famosas del mundo.

Pero partamos del principio.

El viaje Stgo Sao Paulo estuvo perfecto, sin turbulencias, sin niños gritones, sin pasar frío ni hambre. Llegamos al aeropuerto y la escala duro lo justo y necesario para tomarnos un cafecito y despedirnos del Nico y tía Monica que estaban en el mismo vuelo, pero que ahora tomaban rumbo a Frankfurt a encontrarse con los suyos.

Nosotros, ya instalados e el nuevo avión, nos preparábamos sicológicamente para las casi 11 horas que duraba el vuelo a Paris, mientras pensábamos como hacer cundir los dos días que tendríamos para recorrer lo mas importante de la ciudad de la luz.

Al llegar, lo primero que nos sorprendió de los Franchutes es que no te pescan ni en broma. Les da lo mismo si te ven con cara de 'pa donde mierr hay que ir' ni con responder de buena manera nuestros balbuceos anglofranchutespanolizados tratando de preguntar donde cresta teníamos que tomar el tren al centro de Paris. Al final, junto a otra pareja de chilenos y dos señores australianos adivinamos como tomar el tren y nos vinimos raudos hasta nuestro hogar transitorio: la casa de Julia y Alex, dos cabros que viven en Oberkampf (una estación de metro que esta bastante bien ubicada) donde arriendan una pieza a viajeros como nosotros.

Cuando llegamos, Alex figuraba en pijama estudiando para su Master en Urbanismo, y en un inglish bien amigable nos dio los tips necesarios para salir raudos a nuestro encuentro con la famosa torre del señor Eiffel.

Después de pasar por varias estaciones de metro y por una pasarela de multiculturalidad que va de musulmanes a chinos, pasando por negros e indios, llegamos a la estación Trocadero, donde la señalética te gritaba en la cara que estabas a pocos minutos de ver la magnifica torre Eiffel.

Entre el desconcierto de ver esa enorme torre de fierros entrelazados y la cantidad de turistas que se sacaban fotos en las mas chistosas posturas, decidimos subir a pie los primeros dos tramos, los que en total sumaron cerca de 700 escalones. El único problema, a parte de perder la respiración al subir esa enorme escalinata, era que el clima estaba demasiado gélido. Llegamos a la mitad de la torre y congelados a mas no poder, hicimos una cola eterna para subir hasta lo mas alto de la torre, desde donde se puede apreciar una panorámica espectacular de la ciudad. Sin duda, un imperdible que hay que hacer, sin dejar de considerar que casi siempre corre un viento que te cala los huesos, por lo que si no estas abrigado, te puede llegar a dar un patatu de congelación en mala.

Cuando bajamos volvimos a admirar la torre, a esa hora iluminada, sin dejar de admirar la belleza de cada espacio que recorríamos, aun congelados pero felices con nuestra primera súper experiencia en Paris.

Para terminar, y como somos gordos, fuimos a comer una rica pizza (papiripopi) casi frente a nuestro hogar mientras una lluvia intermitente se dejo caer, anunciandonos que mañana tendremos que comprar paraguas para nuestra segunda patita por Paris.

PD: en este teclado no puedo hacer acentos :(
PD2: este sistemita vía iPad no me dejo subir fotos... se las debo! por mientras pueden ir imaginado todo :)