domingo, 10 de mayo de 2015

Felicidad infinita: museo Ghibli


Imposible no empezar el día emocionados con lo que seria una de las visitas mas esperadas de este viaje. La travesía para comprar los tickets de entrada al museo del Estudio Ghibli empezó hace cerca de seis meses atrás, cuando descubrimos que no podíamos comprarlas online desde Sudamérica. Gracias a la paleteada de Ricardo mi primo y su amigo Felipe que vive acá en Japón, pudimos conseguir nuestras entradas para el miércoles 6 de mayo, a las 14:00. Por eso, tuvimos que hacer hora durante la mañana, y decidimos ir a pasear al barrio de Nippori Yansen, donde conocimos un cementerio típico japo y pudimos ver un nuevo templo con un gran Buda a la entrada y lindos senderos llenos de arboles y flores. Luego caminamos entre distintas callecitas hasta llegar al barrio de los gatos, un lugar con muuucho comercio, donde todo era sobre gatos: ropa, accesorios, llaveros, loza, paraguas e incluso queques y helados con formas de gatos. Sin duda uno de los grandes fetiches de estos locos japos.

Entremedio de toda esa locura encontramos un mini lugar para almorzar comida típica y después de llenarnos la guatita de arroz, tomamos el metro rumbo a Mitaka, donde se encuentra el maravilloso Estudio Ghibli.

Hay que decir que en mas de alguna ocasión se nos cayeron las lagrimas de emoción al vernos ahí, en el mundo de nuestros sueños, en el centro de nuestra infancia (adolescencia e incluso adultez), en donde un grupo de dibujantes bajo el liderazgo del tremendo Hayao Miyazaki logro plasmar lo que creemos y sentimos que el mundo debiese ser.

El museo es una gran casona cubierta por una espesa enredadera, con muchos recovecos y lugares para recorrer y admirar. A penas llegamos, nos recibió un gran Totoro a la entrada, un adelanto de lo que encontraríamos en el interior. El primer piso es el mas asombroso. Al entrar, te encuentras con escenas de las películas, con instalaciones que mezclan la animación con las técnicas digitales y cinematográficas para hacerte entrar de lleno en el mundo Ghibli. Con los ojos cargadisimos de lagrimas seguimos recorriendo cada espacio, cada rincón del hermoso museo. En el segundo piso pudimos revisar los bocetos de la mayoría de películas del estudio, Chihiro, Ponyo, Totoro, Porco Rosso, Laputa, El Castillo Andante y tantas otras. En otro costado del museo, los niños saltaban sobre un enorme Gatobus de peluche, mientras en el tercer piso vendían souvenirs de las películas mas famosas. Arriba, en el techo, una representación del robot de Laputa entre plantas y arbustos te hacia sentir dentro de una de sus películas, y para terminar, nuestra emoción fue aun mayor cuando nos dimos cuenta que la entrada al museo te permitía ver un corto animado inédito que programaban al azar. El de ese día era nada mas y nada menos que de Totoro. Ya se pueden imaginar lo emocionados que estábamos, lo mucho que disfrutamos el cortometraje y lo difícil que fue contener una vez mas las lagrimas frente a la pantalla. Realmente tuvimos mucha mucha suerte!!

Después de volver a recorrer cada espacio, de sentarnos a contemplar el entorno y poder creer que realmente estábamos ahí, en el lugar que mas queríamos visitar, emprendimos el viaje de regreso con el corazón gordito y uno que otro souvenir.
Camino al metro, nos alcanzo una canadiense que también había estado en el museo y que se nos pegoteo seguramente para no perderse. Se llamaba Shannon y era muy simpática, hablaba hasta por los codos en un ingles flash que igual lográbamos entender, por lo que el viaje de regreso fue de lo mas entretenido e internacional.

Ya en el hotel, recogimos nuestras mochilotas de viajeros y dejamos las mega maletas para empezar el viaje fuera de Tokyo. Nuestra primera parada seria Shizuoka, viaje que realizamos a través del Shinkansen, el tren bala, que recorrió un poco mas de 200 kilometros en una sola hora, ultra rápido! El tren se parecía a un avión, era muy cómodo y te atendía una pseudo azafata que te vendía comida y bebidas, aunque también podías comprar en la estación unos platos hechos para los viajeros, con comida típica, arroz, pollo, etc. El nuestro estuvo delicioso, y en un abrir y cerrar de ojos ya habíamos llegado a la estación de Shizuoka, desde donde caminamos cerca de seis cuadras hasta nuestro nuevo hotel, tan cómodo e impecable como el anterior.





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