jueves, 21 de mayo de 2015

Chaito gosai-maaaas!!! Hasta pronto Japón!!!


Los últimos dos días de nuestro viaje estuvieron casi 100% dedicados a los souvenirs. Tratamos de dejar la mayor cantidad de compras para el final, asumiendo que durante casi todo el viaje tuvimos que andar con las mochilas, lo que se hacia aun mas complicado a medida que aumentaba el peso por las cosas que íbamos adquiriendo en cada ciudad que visitamos.

Por eso mismo, esa mañana decidimos separarnos por segunda vez, para resolver nuestras ultimas compras personales. Pato se fue directo a Akihabara a comprar sus ultimas cosas ñoñas y yo me fui hacia el sector del parque Yoyogui, donde se cruzan grandes avenidas llenas de comercio, jugueterías, tiendas de ropa y artesanía típica.

Después de nuestros respectivos recorridos nos encontramos en el hotel con la sensación del deber cumplido, aunque aun quedaba la ultima patita al día siguiente, cuando iríamos juntos a Asakusa a ver los detallitos finales en una de las calles con mayor cantidad de artesanías y regalos típicos de Tokyo. Al terminar de revisar nuestras cosas, partimos a almorzar una míticas hamburguesas japo y volvimos a descansar al hotel, para estar con energías para nuestra ultima salida nocturna del viaje.

A eso de las 18:30 salimos a caminar hacia el templo de Asakusa, el cual estaba hermosamente iluminado de noche, lo que nos entregaba unas increíbles postales nocturnas de uno de los sectores mas tradicionales de la capital. Ahí estuvimos por mas de una hora sacando fotos y contemplando todo lo que había a nuestro alrededor, con ganas de que cada detalle quedara impregnado en nuestra memoria para siempre.

Al salir del sector del templo, recorrimos un par de callecitas y nos topamos con un Don Quijote, que es una especie de mega mercado tipo Preunic pero con muchas mas cosas, que van desde dulces y comidas hasta cosméticos, ropa y electrónica. Todo a un precio bastante conveniente para el rubio que quiere llevarse todos los souvenirs posibles dentro de sus abultadas maletas.

Tras comprar una que otra cosita, buscamos donde terminar la noche, y obviamente el plan principal era no irnos de este increíble país sin antes disfrutar de un the real sushi, hecho por maestros japos con los ingredientes mas fresquitos y típicos de las tierras niponas.

Por lo mismo, entramos al restaurant de sushi que estaba prácticamente al frente de nuestro hotel, al que le habíamos tomado cariño desde el día uno. La dinámica en el local es muy similar a una fuente de soda en Chile: los maestros gritan los pedidos, bromean entre ellos y te van sirviendo a medida que vas pidiendo pieza a pieza. Eso es bien distinto a los sushis chilenos, donde compras por roll completo, mientras que acá tienes que pedir por bocado, ya sea del típico hosomaki (los chiquititos envueltos en nori) o de niguiri, que son los lulos de arroz cubiertos por alguna pieza de pescado, camarón o en el caso japo, pulpo o calamar. Claramente, son mucho mas caros que en Chile (una pieza valía aprox 750 pesos, un solo bocado!!!) pero el sabor era mil veces superior al nuestro, dandole mas protagonismo al pescado y a los sabores mas puros, sin tantas mezclas. Ademas, acá se ocupa mucho atún de verdad, que tiene un sabor muy intenso y que va en grandes cantidades al no mezclarse con nada mas. La verdad, quedamos locos!!!! Estuvo demasiado delicioso y mas encima los cocineros -con su poco ingles y su enorme amabilidad- fueron muy amorosos con nosotros, nos preguntaron de donde veníamos y cuando les contamos que éramos de "Chiri" (así pronuncian acá) se asombraron muchísimo y nos hacían gestos con la mano como diciendo "ese país largo y lejos oohhhhh" y nosotros muertos de la risa porque entremedio se metía gente de otra mesa también impactados porque veníamos del otro lado del mundo a visitarlos y a comer de su maravilloso sushi.

Fue así como entre risa y risa terminamos nuestra cena y nos despedimos con un "Oishii Des" que en japo significa que estaba delicioso, a lo que contestaron felices que muchas gracias y entre gestos y arigatos gosai mas, nos despedimos de nuestra ultima noche en Japón.

Lo mejor de todo, es que aun quedaba viaje señores!!! Porque al día siguiente, aprovechamos de hacer las compras finales (y llegar al limite del peso de cada maleta) y de visitar el Museo Edo de Tokyo, una enooorme construcción tipo GAM que tenia en su interior una exposición increíble sobre la mítica época de apogeo japo.

Una de las cosas mas impresionantes eran las enormes maquetas en miniatura (a escala) de distintas escenas del diario vivir en las ciudad y puerto de la capital nipona. El nivel de detalles y la cantidad de elementos y mini personas que componían cada maqueta (eran como 10 en total) nos dejaron gratamente sorprendidos. Ademas, había muestras de telas, utensilios y elementos que retrataban la vida del japonés promedio de esa época. Un punto a destacar eran las reproducciones a escala real de los distintos hogares entre el inicio de la Epoca Edo hasta finales de 1970, incluyendo una fachada completa a tamaño real del Teatro Kabuki de aquellos tiempos.

En total, nos tomamos aproximadamente dos horas en recorrer todo y después de revisar la parte que hablaba sobre el Japón mas moderno nos despedimos del museo con la felicidad de haber tenido un ratito mas para sumar esta visita a todo lo que ya habíamos recorrido.

Asi, con tooodo el aprendizaje y las nuevas experiencias, cerramos nuestro tremendo viaje por Japón, con el corazón demasiado feliz, con las expectativas sobrepasadas y muchas ganas de volver algún día a pisar nuevamente las hermosas y generosas tierras del sol naciente. Sin duda, un viaje extraordinario, con muchos matices, donde la realidad electro-tecnológica convive con la espiritualidad y tranquilidad de los espacios sagrados, lo que le da el actual carácter cultural a la sociedad nipona que tan amablemente nos recibió durante casi 20 días.

Sayonara!!!!

PD: no queremos hablar del regreso a casa, pero se resume en mas de 30 horas de vuelo y cerca de 15 horas de espera en los aeropuertos, incluyendo peleas por el exceso de equipaje y un estado casi insalubre de quienes escriben, después de todas esas horas de viaje sin una ducha ni aseo personal, una postal que no merece mayor detalle.... pufi!









Vuelta a Tokyo y Nikko


De regreso en Tokyo nos sentíamos como en casa. Volvimos a nuestro hotel del principio y ya nos movíamos perfect en la ciudad, lo que nos permitió usar mucho mejor nuestro tiempo. Ese día partimos a Nakano Broadway, un sector tipo Eurocentro o Portal Lyon donde para variar dimos mil ochocientas vueltas buscando juegos, libros y figuritas de nuestros monos favoritos. Ahí entramos a todas las tiendas posibles, incluyendo los famosos Mandarake, que son como tiendas especializadas en mil cosas: Mandarake de juegos, Mandarake de mangas, Mandarake de juguetes retro, Mandarake de figuras coleccionables, Mandarake solo para niñas, y así, cualquier cosa que se les ocurra, todo de segunda mano, lo que en japo es decir que es prácticamente nuevo, a veces con la caja un poco machucada o con un folleto explicativo menos, pero todo realmente impecable y harto mas barato que cuando están nuevos.

Ese día se redujo principalmente a las compras. Después de estar varias horas en Nakano, entramos a una mega juguetería a buscar uno que otro souvenir y después nos fuimos a la casita temprano, porque al día siguiente teníamos programada la ultima salida de todo el viaje....snif!!!!

Y así fue como al otro día despertamos con las pilas mas repuestas para viajar a Nikko, una localidad al norte de Tokyo, full verde, muy parecido a Takayama y mas pueblerino, obviamente lleno de templos de la época Edo, que es como la época de oro del Japón tradicional, donde evoluciono el Estado, el Arte, la Arquitectura y el orden cívico gracias a Ieyasu Tokugawa (ya les habíamos hablado de este mítico en otro post, es famoso acá). De hecho, en esta localidad esta ubicado su mausoleo y varios templos en su honor.

Pero antes de eso, decidimos pasar a comprar los tickets para el tren expresso camino al aeropuerto de Narita, los que se adquirían en la estación de Ueno, lugar donde nos dejaría el busesito de acercamiento de nuestro hotel. La super sorpresa del momento fue que después de comprar los tickets para las 7 de la mañana revisamos los pasajes de vuelta a Paris y nos dimos cuenta que habíamos estado equivocados todo el viaje respecto a la hora de salida del vuelo, y que en vez de las 10:30 am, la hora de salida era a las 22:30 pm, lo que nos regalaba prácticamente un día completo mas en Tokyo!!!! Así que después de revisar mil veces y de cambiar el ticket que recién habíamos comprado (menos mal no tuvimos problemas) nos fuimos corriendo a tomar el tren hacia Nikko, con la sensación de que aun teníamos días para disfrutar y recorrer Tokyo sin ningún apuro.

El tema es que partimos en nuestro ultimo Shinkansen del viaje rumbo a Nikko y cuando llegamos empezamos inmediatamente a recorrer un templo que estaba en reconstrucción, pero que mostraba sus estatuas y varias partes del templo expuestas como en un museo, lo que lo hacia aun mas interesante, porque podías ver grandes Budas y estatuas de Kannon muy de cerca, con sus detalles, colores y dimensiones tal como son, algo realmente muy impactante.

Al salir de ese templo nos topamos con un montón de gente que esperaba ordenadita al costado de un camino, y nos dimos cuenta que justo ese día era el festival del santuario Toshogu (en honor al mítico), un desfile enorme de 1000 personas con trajes típicos, vestidos de samurais, de monjes, disfrazados como gente de la realeza, varios caballeros a caballo, llevando estandartes y palanquines ultra adornados, todo demasiado bonito!!!! El desfile pasaba por la calle que llegaba al templo, donde todo el mundo estaba atento a los detalles y a la enorme cantidad de gente -entre ellos ancianos y niños- que participaba en el festival. Lo curioso, es que esta vez no había mujeres, nada de geishas ni cortesanas, solo guerreros, monjes y personajes que eran parte de la estructura estatal del Shogunato de Tokugawa.

Después de presenciar ese mega espectáculo entramos directo al templo Toshogu y admiramos sus enormes construcciones ultra adornadas con dragones, campanas, puertas gigantescas y su gran extensión, que abarcaba casi la totalidad de la cima de una pequeña colina. Una de las cosas interesantes de esa visita fue el Salón del Dragón Rugiente, una parte del templo adornada con un enorme dragón pintado en el techo, donde un guía que incluso hablaba un poco español, nos mostraba que al golpear algo en cualquier parte del salón no había eco, pero al ubicarse bajo la cabeza del dragón, se producía una gran amplificación del sonido, uno de tantos detalles que estos locos japos incorporan en sus construcciones. Lo mejor de todo, es que el guía nos dijo en su buen español que si mirábamos el dragón seriamos felices, así que desde ahora en adelante somos mucho mas felices de lo normal, jajaja :)

Posteriormente, y como habíamos aprendido la lección de que los Japos cierran temprano, recorrimos los demás templos antes de almorzar, porque así no estábamos apurados y podíamos contemplar con mas atención los detalles de cada construcción. El siguiente templo al que entramos se llamaba Taiyuin, estaba situado en medio de la naturaleza y era bastante parecido al anterior, pero un poco mas pequeño, así que después de recorrerlo y admirar todo el entorno, bajamos hacia el pueblo para comer y regresar a Tokyo, despidiendonos así de los últimos templos de todo nuestro viaje.

Al llegar a Tokyo nos compramos dos latitas de cerveza y nos quedamos conversando y celebrando el viaje, con la tranquilidad de que al otro día no tendríamos que despertar temprano, pues habíamos dejado ese pen-ultimo día para hacer compras y ver los últimos detallitos antes de volver.



lunes, 18 de mayo de 2015

Crazy Osaka!!!!


Partimos nuestro décimo quinto día en Japón con las mochilas a la espalda para dejar Kyoto y tomar el tren hacia Osaka, la ciudad kitch de los letreros de neón, el carrete nocturno y los carteles animatronicos que se movían y te invitaban a entrar en los millones de restaurantes y tiendas comerciales del sector mas popular del lugar.

La primera impresión es justamente esa: wow!! Un lugar lleno de colores, movimiento, muchas luces, gráficas ochenteras y mucho comercio de todo tipo, demasiado tentador para el único día que estaríamos allá, por lo que apenas encontramos el hotel, dejamos nuestras maletas y salimos a recorrer las locas calles de Osaka.

A penas tomamos el metro, fuimos a Shinsekai, el barrio antiguamente denominado como el "nuevo mundo", un vecindario popular con onda ochentera, que fue construido con una visión futurista a principios del siglo pasado, pero que con el paso del tiempo y debido a la guerra, se quedo estancado en la onda retro de los 70-80, donde destacan sus enormes carteleras antiguas y sus calles laberínticas, ademas de la torre Tsutenkaku, una especie de torre Entel (camiseteada) con cabeza de Mazinger Z (un robot mítico de la animación japonesa de los 70), una cosa media extraña pero que es un icono de este singular barrio de Osaka.

Después de pasear por las cocinerias y los bares donde los viejos figuraban jugando damas chinas, salimos a una calle un poco mas moderna y entramos directamente hacia el barrio de la electrónica y los juegos de video, llamado Denden Town. Ahí perdí a Pato nuevamente, porque se sumergió rápidamente en el mundo de los videojuegos y monos japos, mientras yo me di ochocientas mil vueltas buscando algún lugar que me entretuviera, sin mayores resultados mas que una tienda tipo Preunic y una gran juguetería.

Después de cerca de dos horas buscando y comprando juegos, logre que Pato decidiera ir a almorzar (yo moría de hambre, eran cerca de las 15:30) y nos encontramos con un mítico lugar de Okonomiyaki, donde devoramos nuestros omeletes y donde finalmente decidimos que era el momento de separarnos, por primera vez en nuestra estadía en Japón. Yo me fui hacia el sector de las tiendas de ropa y comercio variado que quedaban cerca del hotel y Pato volvió de piquero a su sector de juegos y quedamos de encontrarnos en dos horas mas en el hotel, acuerdo que funciono a la perfección y que nos permitió andar a nuestro propio ritmo, ver las cosas que a cada uno le interesaban y gastar mucho dinero en lo que cada uno creía importante. No creo que eso necesite mas explicación, cierto?

La cosa es que a las 18:30 en punto nos reencontramos en el lobby del hotel, cada uno con 83468735 bolsas de compras y la cara llena de risa después de un desenfrenado día de consumo capitalista en Osaka.

Después de instalarnos en el hotel (no habíamos podido hacer check in aun) y de mostrarnos nuestras compras mutuamente, decidimos salir a buscar un pub donde tomar y comer algo. Ahí caminamos nuevamente hacia la parte mas céntrica de Osaka y vivimos de noche la locura de los carteles en movimiento, los juegos de luces de los edificios y la animada vida nocturna del lugar. Lo importante, fue que encontramos un bar irlandés donde habían cosas occidentales tipo papas fritas y hamburguesas y donde nos tomamos unos ricos shops de cerveza japo. Y para terminar, otro de los puntos mas altos de nuestro viaje: nuestra experiencia en un karaoke 100% japonés.

La verdad es que quedamos demasiado felices con la dinámica. Lo mas sorprendente es que es todo súper pro, a la entrada te dan una pieza que sale aprox 13 mil pesos chilenos, lo que incluía una hora de karaoke y dos cervezas.
Lo divertido es que todo es muy distinto a los karaokes de Chile. Acá es en privado, te metes en una pieza con una mesa al centro y con una tele al fondo, te pasan unos controles tipo Tablet donde buscas, seleccionas y envías la canción a la pantalla y te dan un par de micrófonos para que tu desafinación suene aun con mayor intensidad. Ustedes ya se pueden imaginar el show que teníamos los dos, muertos de la risa con la experiencia freak, cantando desde canciones de Disney hasta Linkin Park y Metallica, sin dejar de lado las clásicas de Backstreet Boys y Christina Aguilera. Todo un espectáculo, considerando que todas las canciones estaban en ingles y entre la dificultad de cantar "Under the Sea" o "A friend like me" en ingles y las desafinaciones para llegar a los agudos de Christina, teníamos un gritadero de aquellos, pero todo era demasiado divertido.

Al final, la hora se hace nada y se pasa demasiado bien, por lo que descubrimos que el panorama no es nada de barato pero sin duda es uno de los carretes favoritos de los lolos japos. Incluso pensamos que el sistema podría servir en Chile, la cosa privada le da un toque y te permite desentonar sin pasar vergüenzas, demasiado bueno!!!!

Así que a eso de las 12:00 volvimos al hotel muertos de la risa y felices de nuestro apretadisimo día en Osaka. Un destino que merece por lo menos dos o tres días, para el que viene con mas tiempo y puede hacerlo. Súper recomendable!




Kyoto y Arashiyama


Nuestro segundo día en Kyoto venia recargado de actividades. Para empezar, decidimos ir al Palacio Imperial donde se celebraba el Aoi Matsuri, un desfile típico que comenzaba en los patios del palacio y terminaba en uno de varios templos que rodeaban el sector.

El problema fue que el calor estaba cuático, demasiado intenso, y la procesión se realizaba a pleno rayo del sol, por lo que se hizo demasiado insoportable verla hasta el final. Incluso algunos viejitos que miraban el espectáculo se caían derretidos por el calor y ahí llegaban mil japos a ayudar a sacar a los pobres viejos para ponerlos a la sombra un rato, mientras adelante figuraban desfilando geishas, antiguos monjes, caballeros a caballo, algunos bueyes, varios samurais y mucho señor disfrazado raro. Un espectáculo interesante, pero demasiado cansador para esperar cerca de una hora bajo el sol.

Después de unos 40 minutos viendo el desfile, decidimos marchar a nuestra primera parada del día: el pabellón dorado o pabellón de oro, un templo zen muy hermoso -algo así como el hermano mayor del pabellón de plata que visitamos antes- una estructura llena de vegetación y agua alrededor y obviamente, pintada en un color dorado que contrastaba demasiado bien con los verdes del entorno.

Después de recorrer sus parques y senderos, tomamos un bus hacia Arashiyama, un distrito ubicado a unos 45 minutos del centro de Kyoto, junto a un hermoso río y un bellísimo bosque de pinos y alerces, lo que por supuesto, lo convertía en un lugar ultra turístico y una de las visitas obligadas desde Kyoto.

Al llegar, buscamos rápidamente un lugar para almorzar y después del típico arroz con cosas exóticas y su chela heladita, seguimos el tour por los templos, un poco apurados porque teníamos solo tres horas antes de que cerraran. Por esa misma razón, subimos rápidamente por los senderos del cerro hacia el templo que mas nos llamaba la atención, el Adashino-Nenbutsudera, un cementerio budista que mostraba miles de pequeñas rocas esculpidas como mini estatuas rodeando una gran escultura principal, ademas de pequeños oratorios rodeados siempre de mucha naturaleza y una paz realmente exquisita, donde lo único que sonaba era el viento y los pájaros al cantar. Una real delicia!!

Después de permanecer en silencio, contemplando y admirando ese lugar, decidimos bajar hacia otro templo, el que lamentablemente estaba en su mayoría en proceso de reconstrucción, por lo que no pudimos ver mucho mas que las estructuras desde afuera y los parques, y como el calor ese día estaba desesperante, decidimos bajar a través de un lindo bosque de bambú a descansar y recorrer las tiendas con recuerditos que siempre rodean los templos. Después de mirar un par de figuritas, mini esculturas de Buda y millón de comida con formas raras (algo muy típico de acá), decidimos cruzar el puente y sentarnos a mirar el río y el hermoso paisaje de fondo, con miles de tonalidades de verde y unos barquitos que cruzaban a los turistas de un lado al otro. Ahí estuvimos descansando y disfrutando ese paisaje, hasta que decidimos tomar el bus que nos llevaría hacia Pontocho, el sector de comercio y restaurantes donde habíamos quedado de encontrarnos con una pareja de amigos de Pato -Brolo y Tania- quienes justo vinieron a Japón en la misma fecha que nosotros y con quienes coincidimos esa noche en Kyoto...broma lo increíble de ese encuentro al otro lado del mundo!!!!

Así que obviamente cuando nos encontramos en el lugar y a la hora que habíamos acordado, buscamos un restaurant donde comer y tomarnos algo mientras por fin podíamos conversar y comentar en español todas las cosas locas que uno siente, escucha, mira y vive en Japón.

Al terminar la velada, nos despedimos y fuimos directo al hotel, porque a esa hora estábamos raja y nuestras patitas no daban mas de cansadas después de haber recorrido tanto lugar bonito, en lo que fue nuestro segundo día en Kyoto y sus alrededores.






Hiroshima y Miyajima


El jueves despertamos con un programa especial dentro de nuestro itinerario. Habíamos reservado ese día para el momento histórico-cultural del viaje que contemplaba una visita a Hiroshima.

El tren partió tempranisimo, por lo que a las 10:00 ya estábamos tomando un cafecito en la estación de Hiroshima, mientras afuera el clima nos volvía a sorprender con un poco de lluvia, esta vez acompañada de truenos y relámpagos en una tormenta media tropical que duro cerca de dos horas y que no obligo a comprar unos super paraguas para no quedar empapados mientras recorríamos el lugar.

Empezamos la visita en la "zona cero", lugar donde cayo la primera y terriblemente destructiva bomba atómica que nuestros super amigos gringos de mierrr tiraron sobre la ciudad, arrasando con mas de 130.000 vidas y muchas mas a largo plazo, debido a las secuelas ocasionadas por la radiación.

Ahí pudimos ver la Cúpula de la Bomba Atómica, un edificio municipal (de correos parece, no recordamos bien) tal como quedo destruido por la bomba, y visitamos varios memoriales instalados a lo largo del parque que terminaba en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Durante el recorrido vimos a muchos grupos de estudiantes entregando ofrendas y visitando los distintos sitios conmemorativos de ese fatídico episodio de la historia de Japón, lo que revela la importancia y carga emocional que tiene para los japos aquel lunes 6 de agosto de 1945.

Cuando terminamos de seguir la ruta de las esculturas dedicadas a la paz, entramos al museo, el cual muestra con gran detalle e incluso crudeza la destrucción que ocasiono en la ciudad y sus habitantes la bomba atómica. Los relatos eran desgarradores. Para entender mejor, arrendamos un audio-guía, un reproductor que tiene grabadas las explicaciones de cada cosa en español, según lo que íbamos viendo en el museo, y muchas de ellas contaban con gran detalle la condición física en la que quedaron los sobrevivientes, los daños en la piel, en los ojos, en los huesos; la generación de cancer, leucemia y otras enfermedades y el deterioro que iban teniendo 10 o 20 años después. Era realmente impactante, tanto que no pudimos escuchar todos los relatos y nos dedicamos a revisar los objetos retorcidos, quemados y fundidos que estaban en exhibición, que mostraban la fuerza de la energía atómica y la radiación emitida por la bomba.

Uno de los rincones mas tristes del museo mostraba la historia de una escolar que había salido ilesa de los efectos de la bomba, pero que luego de unos años desarrollo un cancer tan fuerte que finalmente termino con su vida. La historia -que iba acompañada de fotos y elementos expuestos en una vitrina- contaba que cuando ella estuvo enferma comenzó a hacer grullas con origamis (la técnica mítica de formar figuritas de papel), como una manera de expresar su esperanza de salir con vida de la guerra contra el cancer, algo que finalmente no logro. Hoy, gracias a su legado de esperanza y fe, los origamis de grullas son el mayor símbolo de paz y esperanza en Hiroshima, tanto así que en cada memorial existen vitrinas con cientos de origamis entregados en ofrenda. Por supuesto, nosotros también armamos nuestra grulla de origami (a la salida del museo te enseñaban como hacerlos) y la dejamos en uno de los memoriales, en recuerdo de la pequeña niña y de tantas otras personas que vivieron en carne propia los efectos de la radiación.

Después de esa mañana tan potente, decidimos tomar el tren rumbo a Miyajima, una isla ultra turística, llena de templos y harto comercio local. Tras cruzar el mar en un ferri donde millones de escolares corrían y gritaban de un lado para otro, llegamos a la isla-santurio y al bajarnos, los niños empezaron a practicar su inglish con nosotros, saludandonos y contándonos que estaban cansados y que tenían hambre, en las típicas frases pre-diseñadas que enseñan en los colegios, lo que nos dio demasiada ternura y risa.

En la isla, recorrimos sus calles principales y buscamos un lugar para almorzar, para luego subir a los templos budistas y santuarios sintoistas que repletaban la isla, y que simbolizan hasta hoy el tono sagrado que tiene aquel lugar. Incluso en el mar, a unos cuantos metros de la orilla, un gran tori gigante color anaranjado indica que toda la isla es un lugar santo, lo que se ve reflejado en la cantidad de templos que existen, muchos de los cuales no alcanzamos a visitar, porque acá en Japonilandia todo cierra temprano (sobre todo los templos, entre las 16 y las 17), algo que hay que tener muy en cuenta al venir a este país.

A la vuelta, llegamos cerca de las 22:00 a nuestro hotel y decidimos descansar para recorrer la segunda patita de Kyoto al otro día.

jueves, 14 de mayo de 2015

Kyoto en el corazón


Por primera vez en el viaje dentro de Japón, puedo decir que tuvimos mala suerte. Después de una excelente estadía en Nara tomamos el tren a Kyoto y llegamos a la ciudad junto a un tifón que hace rato venían anunciando en la tele, lo que significo mucha lluvia y viento, pésimos aliados para el turismo a pie.

Por esa misma razón, y a pesar de que nos aguantamos el mal genio mutuo y la lata de mojarnos, ese día solo visitamos rápidamente dos grandes templos, un mítico Book Off y las afueras del edificio de Nintendo, donde Pato se saco una foto, pensando que seria lo mas cerca que estaría de la meca de sus sueños.

Lo único bueno del día feo fue que llegamos tempranito al hotel y pudimos descansar, conversar, re-planificar los próximos días y dormir mas de lo normal, algo muy necesario para enfrentar el próximo día, que vendría recargado con las cosas que no alcanzamos a hacer por la lluvia.

Y como los japos son extremadamente exactos con todo, tal como habían anunciado, el tifón se fue mas al norte y al día siguiente salió el sol con tuti, y nos regalo un día realmente perfecto.


Lo primero que hicimos fue caminar hacia el Castillo Nijo, que nos queda acerca del hotel, y ahí, por solo 300 yenes (como 1600 pesos chilenos) pudimos recorrer sus espacios por completo y caminar entre sus parques, para después tomar un tren hacia el santuario de Fushimi Inari, el mítico lugar con millones de toris rojos en fila (es probable que lo hayan visto en imágenes sobre Japón). Ese paseo estuvo genial, empezabas a subir por senderos llenos de templos y toris de color anaranjados puestos en fila de tal manera que generaban largos túneles hacia lo alto del cerro, y al mismo tiempo podías maravillarte con la naturaleza y el agua que caía por un costado del camino, generando un ambiente realmente acogedor.

Fue ahí que paso lo que, para Pato, constituye el punto mas alto del viaje y el mayor golpe de suerte que se podría haber imaginado. Cuando ya habíamos avanzado por gran parte de los senderos, nos topamos con unas personas grabando algo y como buenos chilenos curiosos y metiches, nos acercamos a mirar.

Es súper difícil describir con palabras ese momento, porque la felicidad y la emoción de Pato no caben en un simple relato. La cosa es que cuando nos acercamos, Pato pudo ver a lo lejos a un señor medio canoso haciendo un dibujo en las típicas tablitas que se cuelgan en los templos para pedir deseos, y antes de que pudiera volver a respirar, me dijo con los ojos semi aguados "es Miyamoto" y fue como si me dijeran cualquier cosa, porque no tenia idea que el señor ahí presente era el creador de Mario Bros, uno de los viejujos mas capos del mundo ñoño de los juegos de video. Y ahí estaba, frente a nosotros, con un equipo de cerca de 10 personas que lo grababan y le indicaban que hacer, mientras Pato permanecía casi inmóvil con la cámara en mano, repitiendo "es Miyamoto CTM!!!!!!!!!!!!!!!".

Yo creo que por poco no le dio un patatús, pero estaba a punto del colapso nerd, así que ahí mismo, con todo el inglish que pudimos, le pedimos a una de las señoras de la delegación si podíamos pedirle una foto, y tras preguntarle como a siete gayos mas antes de pedirle al mismísimo viejito, aceptaron de lo mas amables y sucedió lo que tenia que suceder: con paso tembloroso y una sonrisa de oreja a oreja, Pato se acerco al señor Miyamoto y le dio la mano, balbuceo algunas frases del tipo "soy tu fan, vengo de Chile" y poso radiante para la foto, que tome mientras también me temblaba todo, porque finalmente la emoción que sentía Pato era una emoción que se contagiaba, y la verdad es que era demasiado increíble todo lo que estaba pasando ahí, en Japón, a miles de kilometros de Chile, justo ese día, en ese lugar, a esa hora, en esas condiciones. Simplemente era lo que tenia que pasar.

Después de darles las gracias como cuarenta veces, y de alejarnos del lugar como pisando nubes, nos detuvimos, volvimos a respirar y nos reímos, con esa risa que mezcla la emoción con los nervios y la incredulidad de haber vivido ese encuentro, que para muchos puede ser una tontera, pero para Pato, era un gran sueño, tanto así que recuerdo que una de las cosas casi inimaginables que me había comentado antes de viajar, era encontrarse con Shigeru Miyamoto. Y eso se había hecho realidad.

Cuando, muy de a poco, pudimos volver en si, terminamos de recorrer el templo y tomamos el tren de vuelta a la estación de Kyoto, para visitar el templo Kiyomizu-dera, sin dejar de caminar entre nubes y de reírnos cada cierto tiempo de la mansa suerte que habíamos tenido.

El paseo por el llamado "templo del agua" estuvo genial, aunque nos topamos con chorrocientos escolares que andaban de paseo de curso, por lo que a pesar de lo lindo que era todo, teníamos ganas de avanzar pronto para escapar de la estampida humana que visitaba el lugar justo a esa hora. Lo bueno es que tras atravesar la parte principal, pudimos encontrar un lugar para admirar con tranquilidad el santuario, que como casi todos los templos, estaba metido entremedio de la naturaleza, lo que siempre le da un toque aun mas especial a esos espacios sagrados. Este, en particular, estaba construido en lo alto de un cerrito, y una gran parte del espacio estaba sostenida por enormes pilares que bajaban hasta la entrada al lugar, lo que le daba especial majestuosidad.

Cuando terminamos este recorrido ya estábamos cansados y hambrientos así que antes de seguir buscamos un lugar para almorzar. Arrastrando las patas, caminamos un par de cuadras hasta que nos encontramos con el paraíso: un sucucho que vendía hamburguesas con papitas, las que devoramos en un par de mascadas para volver a retomar nuestro camino, ahora hacia el "pabellón de plata" un templo zen que nos dejo realmente impactados con su impecable belleza, sus jardines bien cuidados y lo hermoso del entorno, lleno de arboles de distintos verdes y senderos llenos de agua y vegetación. Un lugar maravilloso, que trasmitía muchísima paz, algo realmente necesario después del griterío de cabros chicos de esa mañana.

Después de disfrutar de la calma, salimos en estado ommm a recorrer el bien llamado"camino del filosofo", un sendero de aproximadamente dos kilometros que bordea un arroyo lleno de arboles y mucho mucho silencio, si no hubiese sido por una horda de españoles que andaba en patota y que hablaban casi gritando, por lo que caminamos rapidito para separarnos del grupete y sumergirnos en ese espacio de calma y conexión. Realmente fue una delicia!!!!

Después de ese rico break, decidimos bajar hasta el barrio de Gion, un lugar con mucho movimiento y comercio tradicional, donde para variar entramos a un Book Off y salimos cargaditos de libros y juegos, haciendo honor a nuestra parte consumista que volvió a surgir después de nuestro breve estado zen. Cuek!!!

Y para terminar, recorrimos Pontocho, una callecita tradicional que bordeaba el río, con muchos restaurantes y vida nocturna. Ahí decidimos comer y tomarnos algo mientras repasábamos lo excelente que había estado el día, en comparación con lo gris y lluviosa de la jornada anterior. Kyoto se había reivindicado.











Nara!!


Empezamos el día con el viaje mas largo de todo nuestro itinerario en tren. Teníamos que hacer tres transbordos, volver a pasar por los hermosos paisajes que rodeaban Takayama y tomar rumbo a Kyoto, para después desviarnos hacia Nara, una ciudad que se destaca por sus hermosos templos, el tercer Buda gigante de Japón y sus parques llenos de ciervos que pasean libres entre los turistas.

A penas llegamos nos dirigimos hacia nuestro hotel, que si bien no era un Ryokan tenia acondicionadas las piezas como tal, por lo que volvimos a vivir la experiencia de sacarnos los zapatos al entrar y de dormir en una camita al nivel del suelo. Lo mejor de todo, es que el hotel arrendaba bicicletas muy baratas por el día (como $2500) por lo que sumamos una nueva experiencia al viaje: recorrer la ciudad en bici.

La verdad es que la opción de las bicicletas era perfecta para una ciudad como Nara, donde podías recorrer la mayoría de los atractivos turísticos de un lado a otro, sin que fueran distancias tan excesivas. Sin duda una super buena manera de conocer los rincones y callecitas del lugar.

Lo primero que hicimos con nuestras super bicicletas fue perdernos tratando de buscar dos templos que cuando llegamos ya estaban cerrados, por lo que no tuvimos mas opción que seguir nuestro trayecto hacia uno de nuestros lugares favoritos: un Book Off!!!!! Ahí Pato se sumergió en sus juegos y yo en el mundo de Ghibli, y después de gastar unos buenos yenes nos devolvimos a la casa, ultra cansados y con hambre, por lo que nuestro próximo destino fue recorrer la calle de los restaurantes. Ahí nos metimos a uno que tenia fotos de los platos (eso es vital para pedir comida, a pesar de que en muchas partes igual tienen carta en ingles) y nos devoramos nuestras comidas exóticas con arroz (obvio) y hamburguesa para Pato, y unas carnujas tipo churrasco para mi, ademas de tomarnos unas buenas chelitas que nos dejaron con la guatita llena y la cabeza lista para un buen tutito reponedor.

El segundo día en Nara empezó mucho mas relajado que los días anteriores, porque la camita estaba tan rica que no nos dejo salir de ella hasta como las 9. Tipo 10:30 tomamos de nuevo nuestras bicis y volvimos a visitar los templos que ayer encontramos cerrados, pero esta vez pudimos entrar y quedamos realmente asombrados de lo enormes y hermosos que eran. En los dos grandes salones principales había estatuas de Buda con muchos adornos y detalles simbólicos y mucho color alrededor. Ademas, habían dos grandes pagodas a los costados, una de ellas en reparación, lo que habla de lo cuidadosos y respetuosos que son los japos con sus lugares sagrados, los que siempre están en perfectas condiciones.

Después de visitar todos los rincones de esos templos budistas, tomamos nuestras bicis rumbo al centro, donde volvimos a la típica callecita de restauantes, a buscar un lugar que nos habían recomendado, donde cocinaban Okonomiyaki, una especie de omelet que preparaban en tu propia mesa, donde al medio había una placa que se calentaba para preparar in situ nuestros exóticos platos tradicionales. Obviamente, yo me fui por la versión menos rara, con papas y queso, y Pato comió uno que tenia calamares y cerdo bañado en salsa agridulce y semipicante. Según Pato, un manjar de los dioses. La verdad es que el lugar estaba buenísimo y mi plato también quedo espectacular, por lo que disfrutamos a concho ese mega almuerzo.

Al terminar, subimos como dos o tres cuadras hacia un mini cerrito donde estaba el parque de Nara, el lugar donde los ciervos te persiguen para que les des comida y los lugareños te venden unos pastelitos hechos como de barquillo para que vivas la experiencia de darles de comer a los bambis... demasiado adorable!!!!!

Ahí mismo se podían visitar varios templos y pagodas, la gran mayoría budistas, llenas de estatuas y representaciones de deidades relacionadas. El mayor atractivo era el templo Todaiji, que es la construcción de madera mas grande del mundo (hasta 1998, año en que lo supero otra cosa, no sabemos que), y ahí pudimos maravillarnos con otro de los Daibutsu o Budas gigantes de Japón.

La estatua estaba dentro del templo y era enorme, igual de imponente que sus antecesoras. El templo era asombroso, sin tantos detalles pero de una majestuosidad impresionante debido a sus enormes dimensiones. En general, todo en el parque de Nara era hermoso, el verde de la naturaleza, los ciervos y los templos presentaban una postal demasiado linda y única. Lamentablemente -y como en la mayoría de los lugares de Japón- el templo cerraba a las 17:00 por lo que la visita fue bastante corta. Sin embargo quedamos muy felices y en mi caso, con el corazón demasiado contento de haber conocido los tres Budas gigantes que existen en todo Japón.

Al regreso, pasamos a comernos un heladito para descansar un poco de las bicicletas, y ahí empezamos a programar lo que se viene del viaje, porque nuestra visita a Nara marca exactamente la mitad de nuestro periplo por las tierras Niponas.

Para terminar, volvimos a nuestro hotel con dos chelitas y una porción de sushi que comimos mirando nuestras compras y haciendo un pequeño recuento de lo que han sido estos 9 días en Japón. Realmente un destino fascinante!!!!

Ahora estamos preparados para empezar la segunda parte de nuestro viaje, que incluye nuestra estadía de 4 días en Kyoto, una visita a Hiroshima y la isla de Miyajima, un día en Osaka y un par de días mas en Tokyo. Aun queda mucho por recorrer!!!!