lunes, 18 de mayo de 2015

Hiroshima y Miyajima


El jueves despertamos con un programa especial dentro de nuestro itinerario. Habíamos reservado ese día para el momento histórico-cultural del viaje que contemplaba una visita a Hiroshima.

El tren partió tempranisimo, por lo que a las 10:00 ya estábamos tomando un cafecito en la estación de Hiroshima, mientras afuera el clima nos volvía a sorprender con un poco de lluvia, esta vez acompañada de truenos y relámpagos en una tormenta media tropical que duro cerca de dos horas y que no obligo a comprar unos super paraguas para no quedar empapados mientras recorríamos el lugar.

Empezamos la visita en la "zona cero", lugar donde cayo la primera y terriblemente destructiva bomba atómica que nuestros super amigos gringos de mierrr tiraron sobre la ciudad, arrasando con mas de 130.000 vidas y muchas mas a largo plazo, debido a las secuelas ocasionadas por la radiación.

Ahí pudimos ver la Cúpula de la Bomba Atómica, un edificio municipal (de correos parece, no recordamos bien) tal como quedo destruido por la bomba, y visitamos varios memoriales instalados a lo largo del parque que terminaba en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Durante el recorrido vimos a muchos grupos de estudiantes entregando ofrendas y visitando los distintos sitios conmemorativos de ese fatídico episodio de la historia de Japón, lo que revela la importancia y carga emocional que tiene para los japos aquel lunes 6 de agosto de 1945.

Cuando terminamos de seguir la ruta de las esculturas dedicadas a la paz, entramos al museo, el cual muestra con gran detalle e incluso crudeza la destrucción que ocasiono en la ciudad y sus habitantes la bomba atómica. Los relatos eran desgarradores. Para entender mejor, arrendamos un audio-guía, un reproductor que tiene grabadas las explicaciones de cada cosa en español, según lo que íbamos viendo en el museo, y muchas de ellas contaban con gran detalle la condición física en la que quedaron los sobrevivientes, los daños en la piel, en los ojos, en los huesos; la generación de cancer, leucemia y otras enfermedades y el deterioro que iban teniendo 10 o 20 años después. Era realmente impactante, tanto que no pudimos escuchar todos los relatos y nos dedicamos a revisar los objetos retorcidos, quemados y fundidos que estaban en exhibición, que mostraban la fuerza de la energía atómica y la radiación emitida por la bomba.

Uno de los rincones mas tristes del museo mostraba la historia de una escolar que había salido ilesa de los efectos de la bomba, pero que luego de unos años desarrollo un cancer tan fuerte que finalmente termino con su vida. La historia -que iba acompañada de fotos y elementos expuestos en una vitrina- contaba que cuando ella estuvo enferma comenzó a hacer grullas con origamis (la técnica mítica de formar figuritas de papel), como una manera de expresar su esperanza de salir con vida de la guerra contra el cancer, algo que finalmente no logro. Hoy, gracias a su legado de esperanza y fe, los origamis de grullas son el mayor símbolo de paz y esperanza en Hiroshima, tanto así que en cada memorial existen vitrinas con cientos de origamis entregados en ofrenda. Por supuesto, nosotros también armamos nuestra grulla de origami (a la salida del museo te enseñaban como hacerlos) y la dejamos en uno de los memoriales, en recuerdo de la pequeña niña y de tantas otras personas que vivieron en carne propia los efectos de la radiación.

Después de esa mañana tan potente, decidimos tomar el tren rumbo a Miyajima, una isla ultra turística, llena de templos y harto comercio local. Tras cruzar el mar en un ferri donde millones de escolares corrían y gritaban de un lado para otro, llegamos a la isla-santurio y al bajarnos, los niños empezaron a practicar su inglish con nosotros, saludandonos y contándonos que estaban cansados y que tenían hambre, en las típicas frases pre-diseñadas que enseñan en los colegios, lo que nos dio demasiada ternura y risa.

En la isla, recorrimos sus calles principales y buscamos un lugar para almorzar, para luego subir a los templos budistas y santuarios sintoistas que repletaban la isla, y que simbolizan hasta hoy el tono sagrado que tiene aquel lugar. Incluso en el mar, a unos cuantos metros de la orilla, un gran tori gigante color anaranjado indica que toda la isla es un lugar santo, lo que se ve reflejado en la cantidad de templos que existen, muchos de los cuales no alcanzamos a visitar, porque acá en Japonilandia todo cierra temprano (sobre todo los templos, entre las 16 y las 17), algo que hay que tener muy en cuenta al venir a este país.

A la vuelta, llegamos cerca de las 22:00 a nuestro hotel y decidimos descansar para recorrer la segunda patita de Kyoto al otro día.

3 comentarios:

  1. Amiga, me pasó algo similar visitando la zona cero, memorial y museo de las Torres Gemelas en NYC. El horror te retuerce y deja golpeada por varios días.
    No he tenido la oportunidad de ir al Museo de la Memoria en Santiago, pero dicen los pelos se paran de la misma forma. Una amiga judía me contó el horror de visitar Auschwitz con su familia... Cada país tiene su dolor y cada sociedad decide cómo rendirle tributo en forma posterior. Los asiáticos tienen la gracia de valorar su pasado y procesar siempre con sabiduría.
    Me alegra mucho poder viajar contigo a Japón por un minuto leyendo tus aventuras.
    ¡Un abrazo para los dos! Espero verlos pronto.
    Cariños desde Colchagua.

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  2. Linda amiga!!!! que rico leerte! Efectivamente, todos los países tienen sus dolores y tal como tu dices, los asiáticos son sabios en aprender de ellos. De hecho, los Japoneses, si bien tienen unas fuerzas armadas bien power, renunciaron a su derecho de declarar la guerra, cachate esa po!!!!! muy cuatico!!

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  3. Y sobre el Museo de los DDHH en Chile, tienes que ir, es muy heavy, en muchas partes dan ganas de llorar, se te paran los pelos, pero es una visita obligada.

    Besos amiga gracias por leernos muakkk ya pronto nos vemos!!!!!

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